jueves, 21 de febrero de 2008

Séptimo

Oh, la tormenta engendrada a la carrera, el grito agudo de la muerte y el golpe que alcanza la vena, la hermita que nadie puede derribar, la culpa, la maldición que ningún hombre puede soportar. Pero hay una cura en su casa, y no fuera de ella. No, no de ningún otro excepto de ellos. su "binody strife". Os cantamos, dioses oscuros bajo la tierra. Ahora oid, vosotros extasiados poderes subterráneos, responded a la llamada, enviad ayuda. Bendecid a los niños, dadles el triunfo ahora. Aeschylus, la muerte atraviesa el mundo, como los amigos los mares; viven en otro presente, ese amor y vida que es omnipresente. En este divino cristal, miran cara a cara; y su conversación es libre, al igual que pura. Este es el consuelo de los amigos, que puede que se diga que han muerto, pero para sus amistades y para la sociedad están, en el mejor de los sentidos, siempre presentes, porque son inmortales.
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