miércoles, 6 de febrero de 2008

Notas sobre las crónicas (1)

Por: José Luis Castro

Luego de leer más de 200 páginas, entre Rolando y Aquilino, y de empaparme del barroquismo prosaico (oraciones de por lo menos tres renglones construidas a partir del pretérito perfecto y pluscuamperfecto) del Sr. Santiago Páez, me gustaría señalar ciertas virtudes y defectos (según mi humilde enfoque literario) de su obra.
Penosa e inevitablemente tengo que remitirme primero al prefacio de la obra, en el cual el narrador nos comenta sobre su relación con el impulsor intelectual de esta tetralogía: Camilo Deor y Villegas. El argumento de la creación de un país imaginario, me resulta ciertamente insulso. Es verdad que a escribir se aprende solamente leyendo. Pero, pienso que los literatos deben fraguar un propio y único estilo de escritura. En consecuencia, el prólogo de las Crónicas me produce un efecto particularmente chocante, tanto es así que estos primeros argumentos me parecieron realmente decepcionantes. Este aspecto se acentúa aún más con ciertas interjecciones ociosas; como cartas entre los personajes introductorios, o referencias bibliográficas ficticias (Y ese “ficticias” me despacha directamente a Borges, quien sí sabe como supeditar a los individuos a un mundo totalmente ficticio y creíble, para el lector, con un estilo erudito y artificioso).
Mencionado ya lo anterior, empecemos con Rolando. Su argumento es especialmente seductor. Páez entre estás páginas muestra una condición y calidad literaria, que a muy pocos les es proveída. Sin ser un maestro de ambientes, su habilidad para la descripción narrativa y su musicalización hace que los diferentes lugares y las diversas situaciones, en los cuales los personajes interactúan, se adornen de manera exquisita por los espacios elaborados. Así mismo los personajes, adquieren una riqueza de atributos y características admirables. Mademoiselle Satán, El coronel Porfirio Durán y el doctor Rolando Galassi, resaltan como mis actantes favoritos. Acerca de Galassi; me maravilló el proceso de metamorfosis al que el mismo es sujeto. Además de la cantidad de escenarios en los que se desenvuelve. Es imposible pasar por alto esta primera crónica, sin antes referirme al personaje más fascinante de la saga: Al anacrónico Cosmo. De cuando en cuando la literatura nos brinda personajes maravillosos y a los que el tiempo difícilmente logra borrar. Cosmo, según mi razonamiento, es similar al Puck shakesperiano; es un pícaro y bellaco duendecillo hermafrodita o asexuado que desde el primer instante atrapa la atención completa del lector. Es de aquellos actores que se presentan como un reto ante el leyente y el escritor. Que emanan un caudal creativo inmenso y más aún laberínticamente asombroso. Como punto negativo de esta primera crónica, el final. Siendo todo este primer tratado un homenaje (por indicarlo de alguna forma) a la novela histórica. El final (pendiente) me resulta, si bien es cierto, no decepcionante, pero tampoco cumple con las expectativas generadas durante el relato. Pienso que no tiene el tonelaje necesario, para soportar todo peso del hilo narrativo forjado.
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