viernes, 1 de febrero de 2008

En busca del 20 perdido…

Por: José Luis Castro
Con el marchar continuo del tiempo (que es, por cierto, uno de los inventos más execrables de la humanidad) los hombres han comprendido que los quebrantos son más provechosos que las victorias. Por ejemplo; Leonardo tardó nada menos que tres largos y trabajosos años en la ejecución de la última cena, y luego de todo ese periplo descubrió que obra maestra, pintada al temple sobre dos capas de preparación de yeso extendidas sobre enlucido, se destruiría paulatinamente. Bolaño en cambio, gastó exactamente 609 páginas de arduo trabajo, revisiones y correcciones cruentas en Los detectives salvajes para que la gente prefiera leer a Laura Esquivel y su Malinche. Einstein invirtió casi 4 años desarrollando una fórmula que, sin saberlo, mataría a más de 200.000 personas tan solo en Japón.
Así también, se puede decir que los resbalones producidos a lo largo de la historia se van repitiendo constantemente pero de los tropiezos se aprende, al menos eso es lo que dicen. Es así que debido al los indigestibles resultados de las clases de literatura (hablo de las calificaciones), y de aprender de nuestros errores y equivocaciones, se ha decidido que el sistema de evaluación de la misma debe cambiarse. Pues, tomando ciertos conceptos cortazianos, los estudiantes que han permanecido como lectores hembras (poseedores absolutos de una actitud pasiva y distante) deberían convertirse en alumnos machos, en seres que jueguen con la literatura y sus conceptos, lectores capaces de desenredar las más enmarañadas nociones narratológicas, conocedores eruditos de la colonia y el barroquismo quiteño, críticos doctos y bastamente ilustrados de arte universal, pero especialmente latinoamericano (Obviamente estoy exagerando con todo esto).
Así que como una ley divina, desde ahora en adelante, el cambio se dará principalmente en este blog, con una actitud crítica, colaboradora y activa con el arte, además de involucrada en un sin fin de actividades creativas (también exagero). Espero todavía, con un esperanzador aunque débil afán, que por nuestro bien no terminemos con un nuevo fracaso. Y la conclusión de esta breve reflexión no sea… Perlas a los cerdos.
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