sábado, 29 de noviembre de 2008

métaphysique des tubes (francés)


Les jours se passent lentement, un à un, de manière silencieuse mais inclémente. Le temps me dévore sans pitié, j’ai quatre ans. Peu à peu, la routine s'empare de tout. La monotonie, sans doute, est un additif nécessaire dans notre vie. La périodicité de chaque acte que nous réalisons nous permettre d’assimiler que même si nous répétons mille fois une action, nous ne serons jamais capables d'atteindre la perfection. En même temps, je comprends que la vie manque de sens si nous ne détruisons pas la vie des autres et si nous ne laissons pas les autres détruire notre vie.
Bangladesh, une grosse extension de terre avec rien dans son intérieur. Je trouve, curieusement, certaine similitude entre l’aridité de ce pays et la stérilité de ma vie. Ma famille continue avec ses travails diplomatiques. Maintenant, un nouveau problème envahit ma vie : l’école. Les professeurs et son autorité ne font plus que réprimer ma liberté et accentuer mon esprit anarchiste. Les petites enfants avec ses voix aiguës et gênantes me mettent en fureur. Parfois, je perds le contrôle. Parfois, je souhaite tuer le monde entier. L’unique sortie que j’ai est la littérature de Mishima, Proust et Kafka. Parfois, je commence à aimer la crudité de la vie.
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jueves, 20 de noviembre de 2008

«No es que estemos locos»

Una noche cierto loco decidió subir descalzo al tejado de una casa y quitarse los pantalones. Los botó al aire y vio una ciudad inmensa y desconocida. Las calles por las que deambulaba se habían perdido. Las voces también. Sospechó que alguien lo veía, pero no estaba seguro.

Primero logró distinguir un edificio del gobierno, viejo y pesado, iluminado con calígine. Intentó pararse de puntillas para observarlo mejor, pero se resbaló sobre unas filudas tejas. Su pierna derecha sangró un poco. Con la mano se limpió; olió su sangre. Se lamió con la lengua y pensó que nadie lo miraba; pero ahora, en cambio, no cabía duda.

Al cabo de un rato sintió que la camisa le pesaba. Safó cada botón sabiendo que era solo otro trozo de plástico. Esa noche desbarató doce ojales y una corbata, saboreando el contacto de la piel con el algodón y la seda. Cogió la camisa por el cuello y la dejó caer. Estuvo escuchando con atención cómo la tela surcaba paredes y quicios, hasta que otro sonido lo amortiguó todo. Era imponente y caótico: le hacía temblar el pecho y creer en la muerte. Probó gritar algo, pero todo contorno había sido sumergido. Cerró los ojos con fuerza y solo entonces logró encontrar aquel ritmo que pronto perdería sus límites y formaría una sola masa duradera, llena de metal y de voces. Luego, por un efímero momento, dejaría que sus sonidos se perfilaran nuevamente. Esa noche, cuando el cuarto ciclo se repitió, el loco dejó de cuantificar lo invisible y se desvistió del todo. Respiró profundamente, y notó que el aire sabía distinto.

Olfateó el calor de la carne frita, la lobreguez del caldo de pollo y lo azucarado del pan. Supo que la gente comía y defecaba. También supo que habían dejado de contar las campanadas hace mucho. A lo lejos pudo escuchar gritos y creyó entender las conversaciones que subían por las chimeneas. Vio su cuerpo árido y deseó utilizarlo en una mujer. Luego creyó que alguien lo veía, pero todo era producto del frío y del hambre. Sin dubitar, decidió levantar las manos y separar con cuidado las piernas. Permitió que el aire y el agua lo influyan y pudo, por algún desconocido albur, reconocer la casa en la que nació y las calles de su peregrinaje eterno.

En ese ámbito humano, gobernado por luces y ruidos, el loco rebuscó con fuerza entre sus entrañas de Hombre. Después de un rato asentó el cuerpo y, dueño de sí, dijo con voz tranquila:

«No es que seamos locos. La cosa es que estamos podridos».
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miércoles, 19 de noviembre de 2008

Todo va mal. ¡Todo es injusto!, no hay otra salida. Para qué seguir si nadie lo entiende. Es inevitable, uno...dos...
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sábado, 15 de noviembre de 2008

Asuntos Internos

El día finaliza. Hay muchas personas; es la hora pico. Todo el mundo regresa al hogar, las oficinas se vacían, las luces se apagan. Los recepcionistas o conserjes son el único residuo de otra jornada que concluye. El viento corre, la brisa es cálida pero fugaz. La ciudad duerme temprano. Yo no. Paulatinamente, las primeras muestras de sueño se producen en las calles; el tráfico disminuye, los almacenes cierran sus puertas, se encienden las luces violetas, amarillas, verdes y azules que iluminan las iglesias, ya no hay nadie en las iglesias, tampoco se escucha el barullo de la multitud. De cuando en cuando, silbidos, algunos ininteligibles otros enérgicos, entorpecen el silencio, viajando a lo largo de las calles. Son más de las diez. Páginas viejas de los diarios guarnecen las aceras. El pavimento no es la excepción: fundas, envolturas, cartones, mendigos, basura. La cuidad es sucia y también fría, muy fría. Sigo caminando. Para otros la noche empieza. Cruzo una plaza desierta y un chiflido muy agudo alerta mi presencia. La ciudad también es insegura. Veo algunos tipos en círculo. Me miran. Son cinco, altos, bajos, gordos, flacos: hay de todo. Visten grandes abrigos, pantalones abultados, zapatillas deportivas, cadenas enormes en su cuello y dos de ellos gorras; el uno la lleva con la visera vuelta hacia atrás. Los otros, los que no llevan gorra, cargan unas bolsas en la espalda. Apresuro el paso. No tengo nada de valor, eso me deja dos posibilidades: salgo ileso o me matan. Pienso -las masas no piensan, solo actúan-. Paso junto a ellos. Escucho su acento extranjero. No ocurre absolutamente nada. Más adelante, decido correr y perderme entre las interjecciones vacías que forman las calles y me pierdo entre el páramo urbano a media noche. No hay rastro de ellos. Estoy solo. Seguro se preparaban para un festín más grande. Continúo. A lo lejos veo a un hombre y tres mujeres, reconozco que son mujeres por su pelo. Tal vez son prostitutas. Los locales vacíos y los faroles encendidos se multiplican. Siento que no avanzo, mis pies se están helando. Advierto que las putas y su chulo (¿Son prostitutas?) son un escollo necesario en mi camino. Me acerco al tipo, las mujeres son negras y voluptuosas. No me han hecho caso. Sin duda son prostitutas. Seguro aparento no tener dinero. Aparento muy bien. Quiero llegar pero no lo consigo. Casi estoy corriendo. La bocina de un patrullero inunda el ambiente. Un gato de oscuro pelaje cruza, rápidamente, por en medio de la vía. No hay nada más que quietud y ráfagas de viento gélido que se sienten en los huesos. Al fin, el ambiente se me hace familiar. Puedo reconocer los colores de las viejas casas, mis oídos reciben las notas de la música que retumba, a gran volumen desde El Lupanar. Estoy cerca. Toco el timbre y un sujeto negro y alto me abre la puerta. Asuntos Internos, en letras luminosas, curioso nombre, pienso. Atravieso el corredor y el sonido de la música crece. Detrás de las cortinas las luces púrpuras se vuelven repentinamente rosas. Ingreso y voy directo hacia el bar, chicas medio desnudas bailan y se follan los gruesos tubos por los que resbalan sus carnes. Reviso, de forma acelerada el local, La-Madonna no está. Según los rumores -hace más de una semana que no asoma el culo por allí. Salgo de inmediato, todo esfuerzo ha sido inútil. La ciudad se apaga completamente.
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Asuntos Internos

Nunca fui más que uno de los tantos. Eso ya lo sabía, tanto ella como yo. Para mí ella siempre fue distinta (no me refiero al ámbito sentimental). Infundía una suerte de acobardamiento y dependencia en mí, como la cocaína, y su poder era tan fuerte que, en algunos momentos, cortos pero saturados, ni si quiera podía elevar la mirada hacia ella. Encuentro cierta similitud, entre lo que ocurre entre el amo, inmisericorde, y su desprotegido animal en medio de la intemperie en una noche de lluvia. Yo era ese pobre animal. Hasta llegué a pensar que, entre las soluciones más descabelladas, la naturaleza de aquella hembra no pertenecía al género humano. Era superior. De esa forma se explicaba mi temor cada vez que se desprendía de sus pantalones a cuadros y desnudaba su enorme trasero, tan dócil y a la vez firme. Ese trasero ligeramente pardo, que se deslizaba por las hoscas telas dejando entrever sus muslos gruesos, llegando hasta los pies. Ahora era turno de sus bragas de seda. Sus manos precipitaban la seda negra por su par de piernas. Ya desnuda de centro a sur, se incorporaba nuevamente. A medida que la cremallera de su chompa de cuero roja bajaba, más partes de su cuerpo quedaban descubiertas. Con movimientos imperceptibles el sujetador desaparecía de manera repentina, su cabeza volvía a su lugar, luego caía hacia atrás formando un arco casi completo que limitaba con su cadera. Sus rizos se desplomaban, desafiando la gravedad, casi tocando el suelo. Abría su boca. Finalmente yo era lo único que le quedaba. Yo era el perro que llora mientras subsiste la noche, que tiembla aterrido de frío, que gime durante la noche porque alguien lo reclame, por alguien que se apropie de él.

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martes, 11 de noviembre de 2008

Liquidación

Desperté. Me encontraba, como de costumbre, con aquella pereza crepuscular, en la que no hay nada mejor que volver al sueño natural; además entusiasmado por haber yacido, una vez más, junto a la barragana de la que me he hecho amigo y amante. Ella sabe complacer mis necesidades de hombre y que, sumado a su ninfomanía, hacen que las noches sean una interminable orgía. De todos modos, sabía, sin embargo, que esa mañana no debía ser como las demás. Sabía que tenía que liquidar a alguien importante, alguien que me haga trascender en la historia. No lo sé, la liquidación de Guamán se ha convertido en un hito dentro de este negocio, y de no lograr complacer al patrón el liquidado seré yo.

Con su partida, la de Guamán, las cosas son claras: o haces las cosas que el patrón quiere o simplemente te dan de baja. Efectivamente el patrón solo quería resultados visibles; eso sí, lo de Guamán dejo muy en claro que las cosas organizadas fructifican. De hecho, gracias al nuevo patrón, las leyes internas se invirtieron, "El despido intempestivo no se realizará salvo por la muerte de dicha persona" y "los nuevos cargos variarán dependiendo de la jerarquía de la liquidación". ¡Definitivamente un cambio!. Por otra parte, Guamán se había logrado la animadversión de todos los demás de la empresa, siempre mostraba una arrogancia petulante que, conjugada con su posición económica, hizo de él un blanco certero, directo y obvio para escalar en el rango de este negocio.

Esa mañana fue como cualquiera: indispuesto, enfadado y únicamente con ánimos de asesinar a alguien. No escapaba de la realidad, pero sentía que ese debía ser un día grande, un día para el recuerdo; así lo ejecuté. Salí luego de que Juana me sirviera el desayuno, no debió ser más allá de las ocho de la mañana. Vestí como de costumbre y me subí en mi automóvil con ganas de trabajar. No ví ningún cliente por las calles, al menos ninguno similar al de las fotografías, parecía un día destinado al fracaso. Paradójicamente todo cambió cuando vi al patrón. Solo y sin guardia caminaba por la calle, parecía esperar a alguien. Ese era el momento preciso para atacar, ventajosamente había una motocicleta con llave que me ayudaría en el acto. Quizá se trataba de una decisión apresurada pues en caso de fallar tendría graves peligros consiguientes y si lo conseguía debía tener una prueba contundente de haberlo hecho. De todos modos, me arriesgué.

Tenía bajo el asiento un frasquillo de gasolina. Lo esparcí entre los asientos y por debajo de los pedales. Mientras bajaba la ventana sigilosamente, desabroché el cinturón y quité el seguro. Entonces aceleré, abrí la puerta y disparé tres balazos; fue mi oportunidad. ¿Para qué ir por simples clientes encargados si podría terminar con el patrón?, no lo pensé dos veces . Luego de la caída me incorporé y corrí hacia él. Estaba sin una sola gota de sangre, probó un trago de su medicina. Las armas incorporadas al auto tenían ciertas cualidades que ni yo las conocía; sin embargo de los tres balazos solo dos fueron letales, el trabajo había terminado. Tomé su pistola, que sería la prueba contundente de mi hazaña, y de manera sagaz y rutilante tomé la motocicleta, lo incorporé y aceleré sin siquiera mirar atrás, no me detuve hasta salir de la ciudad. Luego, en campo abierto, lo lancé al suelo saqué la gasolina de la motocicleta y procedí, ¡Efectivamente! ¡Lo estaba liquidando! ¡Todo resultó un éxito!. Espere pacientemente mientras cada una de sus partes se consumía lenta, ardua y complacientemente, después de que casi amanecía caminé junto a mi nueva compañera y amiga, aquella insignificante motocicleta. Pagó caro el haberse metido con mi hermano, y eso nunca se lo perdoné. Ahora...¡El patrón soy yo!.

Séptimo relato de la recopilación post mórtem, hecha en su honor, "Asesino en serio"

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Bienvenidos nuevamente, al Lupanar

«Y en ese ‘nada más’, en ese silencioso
nada más’, había muchas cosas
subentendidas, tal vez el reconocimiento,
tal vez los mismos sueños»

El Lupanar ha resurgido. Y a pesar del éxodo/peregrinación que la mayoría de sus profanadores ha protagonizado, es realmente meritorio y porque no decirlo, necesario el reencuentro: Confvtatis Maledictis Flamis Acribvs Adictis. Era ineludible que cada uno de nosotros que brindó estro, inspiración y sentimientos no regresara, por lo menos, a curiosear este sitio: el Lupanar, ha regresado.

Creo, que como profanadores, tendremos que dar otro tipo de bienvenida, debemos «responder al llamado» de distinta manera como lo diría Mr. Kite:”Estimados proxenetas de este lupanar os sugiero que sigáis profanando y copulando con la palabra hasta resurgir de ella la criatura literaria que deseamos que vuelva”.

Somos; cada escritor es, un todopoderoso creador, capaz de otorgar un soplo de vida a cada propuesta literaria deífica; cautos y alerta de sacrificar alguna costilla a los engendros de letras, rimas y puntos y comas que logremos conjurar, pero sobretodo y más que nada: entes concientes y responsables de perdurar uno de los mejores blog’s de nuestra generación, sin caer en defección alguna y superar lo incólume que resulta ser a ultranzas, las lejanías en las que nos encontramos.

Ahora cuando nos separan kilómetros y continentes enteros es cuando las ideas cosmopolitas salen a la luz mezclando las ideas con las que salimos ilusos (algunos) de Ecuador. Considero, más aún, que con la mentalidad de un exiliado, conjuguemos las herramientas necesarias para iniciar esta mal catalogada «segunda temporada»… ¿Queremos que salga el Lupanar?, es la pregunta clave, de mi parte es un SÍ rotundo, pero con la seguridad sin paradojas algunas, la constante, o a menuda participación, pero por lo menos eventual, en este querido sitio.

Espero que este anodino devenir de nuestro Lupanar, sea una saga de (éxitos) interesantes opiniones, de inspiración melancólica, o simplemente de hobby con entradas congratuladas y sencillamente multitudinarias (ya que esto es un lupanar), pero siempre, no menoscabando los comentarios de sus miembros, lleguemos a tener un objetivo claro, como diría Neruda: “Y aunque mi posición levantara o levantase objeciones amargas o amables, lo cierto es que no hallo otro camino para el escritor de nuestros anchos y crueles países, si queremos que florezca la oscuridad, si pretendemos que los millones de hombres que aún no han aprendido a leernos ni a leer, que todavía no saben escribir ni escribirnos, se establezcan en el terreno de la dignidad sin la cual no es posible ser hombres integrales”.

Bienvenidos queridos lectores, nuevamente al LUPANAR DE THOT.



AŋđŗΞ'Ş ζ¡$ŋΣřǿ§

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domingo, 9 de noviembre de 2008

¡Volveremos! ¿?

Queridos lectores.

Después de siete meses de abandono, y de dialogos con algunos profanadores, inmersos en la diáspora, estamos pensando en un regreso. Probablemente con ideas nuevas, más frescas o quizá de la misma índole; como sea, creo que empezamos de nuevo dentro del Lupanar. La propuesta está abierta. Ahora debemos esperar a que los demás concurran a la cita. Como verán, hemos cambiado nuestra imágen, puesto una nueva encuesta y añadido un nuevo artefacto, o "gadget" en inglés. Esto es solo un entremés, esperemos que se convierta en una realidad y el lupanar satisfaga a sus profanados.
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