sábado, 16 de febrero de 2008

Peky y Gertrudis: Sepultando al realismo social

Por: José Luis Castro.

Los grandes artistas se han caracterizado por derrocar normas y tabúes preestablecidos por los viejos y aclamados grandes artistas, y crear nuevas tendencias que, con el tiempo se desgastarán, caerán en decadencia y serán removidas y reemplazadas por nuevos e ignorados grandes artistas, que odiarán a los grandes artistas del momento y amarán a los viejos grandes artistas. Este fenómeno no ocurre solamente en los elitistas y pedantes ámbitos artísticos sino que también la historia y la vulgar política sufren de esta anómala sintomatología. Pero, ¿Qué ocurre cuando, los anónimos e ignorados artistas rehuyen de una nueva responsabilidad cultural y deciden refugiarse cobardemente tras los gruesos pero endebles cimientos del arte ya instituido? ¿Acaso esta reacción retrógrada cambia el destino del arte? Tal vez el tiempo, que devora todo lo que se interpone en su andar, devora también esas retardadas actitudes sin misericordia, al tiempo que las destina al virulento olvido, al mundo de las sombras.
Hace mucho tiempo que el teatro (¡Ni mencionar la literatura y el cine!) ecuatoriano gira entorno a los sucesos históricos; ese abuso de la historia es uno de los males de nuestro tiempo, dice Borges. Comprendo la relevancia de ciertos temas, para numerosos sectores de la sociedad actual. Pero la queja social, y el llanto constante de Latinoamérica es asfixiante. Tanto así que estoy resignado; cada vez que se monta una obra dramática esta gira en torno al ya dilapidado realismo social y, en cambio, cuando se presenta una comedia, esta se enmarca en medio de un código del esperpento grotesco Valle-Inclaniano combinado con envolturas de tinte surrealistas, claro sin olvidar los inagotables y redundantes personajes del mismo realismo social.
Debo reconocerlo, Peky Andino forma parte de la cúspide del teatro ecuatoriano y sin duda posee una madurez casi única dentro del medio ecuatoriano. Su obra se ha desarrollado de manera positiva. Hace un año, acudí a la presentación de Sacrificios del Alma, que francamente resultó decepcionante. Pero en Gertrudis Forever, los defectos desaparecieron (solamente quedó el perenne: papá, hijo...papá hijo). Las mujeres de mi vida me mostraron al verdadero Peky Andino, al director, guionista y actor inmiscuido en una comedia construida de modo perspicaz, inteligente y original, que toma retazos de la realidad para fundirlas en diálogos cómicos aparentemente sin sentido, con símbolos y personajes redondos, y con actuaciones magníficas, de esta última obra solamente Charli Emulsión (protagonizado por Santiago Naranjo) no llenó mis retinas. De escenas plagadas de seres perdidos en mundos sin sentido, en los cuales la relación causa y efecto, no existe. De la maravillosa combinación de elementos de los teatros isabelinos y nuestra herencia mágica-maravillosa, aunque todavía se muestran ciertos rezagos de una cultura que adora la eterna queja del gallo pelón, se puede recalcar muchos aspectos interesantes. Entre ellos musicalización, indumentaria, argumentos, etc. En conclusión, Gertrudis forever o las mujeres de mi vida, si bien con cantidad de talantes pertenecientes al realismo social, se exponen, desde el primer momento con un alocado argumento, como un paso, no sé si gigante o diminuto, prefiero pensar que se acerca más al primero, a un nuevo estilo artístico. Al reventón del siglo XXI, al hedonismo: a favor del descubrimiento de nuevas técnicas y apreciaciones y no en función de gastadas teorías políticas e históricas, ni de estériles biografías, que no contribuyen al desarrollo de la humanidad en general. A un arte que agrade y que se olvide de los lamentos.

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