jueves, 10 de abril de 2008

Crímenes Perfectos (1)

En las subsiguientes líneas pretendo mostrar brevemente las formas de experimentación del lenguaje, mostrando los estilos narrativos de tres escritores en particular: Miguel de Unamuno, Pablo Palacio y Jack Kerouac. Tiempos, lugares, personas, lenguajes, contextos… disímiles. Pero compañeros de una revolución, si es que el término (tan fastidioso y farolero) me es permitido, literaria. Ahora mismo recuerdo una frase; todo escritor debe realizar sus trabajos, pensando que los mismos van a constituirse como una obra maestra, como una innovación a las letras, de lo contrario, pierde su tiempo. Pienso que en esa frase se revela un cúmulo de anhelos vanguardistas, de experimentación, de novedad.

Y entre estas y aquellas nos es dado Unamuno, narrador, poeta y filósofo español perteneciente a la generación del 98:

“El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitumv (Nada es deseado sin ser antes conocido), me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum (Nada es conocido sin antes ser deseado). Conocer es perdonar, dicen. No, perdonar es conocer. Primero el amor, el conocimiento después. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Y ver al sol a través de ellas, como lumbre nebulosa también.”

Frases que vuelan por mi mente, leo una, luego otra, finalmente llego a la palabra también, pensando, ¡carajo!, me ha dicho tanto en menos de diez líneas. Me ha comentado, por ejemplo, que ¡el hombre no es un ser racional, es un ser ilusionado!... Vuelvo a leerlo, ahora he reconocido, entre pregunta y respuesta, entre ramplonas exclamaciones y descabelladas afirmaciones, una carga titánica de angustia existencial. Y entre las metáforas finales…titubeo… incertidumbre…tal vez, sólo tal vez… es una pedrea, ¡Duda! Al tiempo que me muestra al hombre, no al físico sino al literario, de manera espiritual. Rompiendo las barreras de la razón (otro término herético) literaria. Describiendo los desordenados pensamientos, de un ser meramente pasional.

Salgamos de la nebulosa de Unamuno y enganchémonos vertiginosamente, con trajes cuadrados, chajs, caligramas, siamesas, en fin… al universo Palaciano:

“Tiempo.

La tomo por la cintura, la estrecho contra mí, la beso. Veo desmayar sus párpados y advierto su visión lánguida. Ana está sola conmigo y aquí en lo mío.

Ay, la corona de flores olorosas. Ay, niña, niña.

Conmigo… no, con otro. Yo he estado ahí con Ana. He sido un simple espectador. Lo he visto todo, aun yo mismo me he visto, y he reído a más no poder de todo porque eso era tan deliciosamente cómico, amiguito.

Bueno, ¿Y por qué me meto yo en estas ganzadas?

¡Oh!

Señor Jefe Político, a usted, carajo –como bien dice su señoría misma-, a usted, sí, señor, ¡carajo!, lo tienen allí solo para alcahuete.”

Con Palacio el asunto es diferente. Él me resulta placenteramente teatral. Es una crítica desgarradora, ridiculizante, a la sociedad. Él es el guión de un grupo de teatro, en el cual se mencionan todos los gritos del director, las caídas de los actores, los fallos de las luces, todos los chicles y bostezos de los espectadores. En comienzo, un hombre y una mujer que inocentemente se aman, y yo también veo como la actriz desmaya sus párpados y su libidinoso cuerpo en los tibios brazos de aquel sujeto de jocoso sombrero y terno. Luego los versos del sujeto enamorado, ay niña mía… un momento, algo extraño sucede, el sujeto no está enamorado, al contrario, está despechado… ¡Traición!, ¡Desencanto!, las luces de color violeta se atenúan, ¿Él mismo se ha visto?... ahhh… brumosas cortinas se cierran, entonces las sugerencias mentales me matan y miles de juicios a priori me invaden. Miro detrás del escenario, la obra continúa, mis conjeturas son herradas; Jefe, carajo, tienen, alcahuete, no estoy seguro si en realidad lo viví o tan solo lo soñé. De todas formas, estoy asombrado, luego pienso: HA SIDO TODO UNA VICIOSA BURLA.

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