viernes, 25 de abril de 2008

3. Chaparro Japonés

Los sonidos que Chaparro utiliza en Opio en las nubes son de lo más comunes. Trip. Mierda. Lluvia. Noche. Babitas. Whisky. Son esas palabras que todos usan todo el tiempo. Su significado carece ya de sentido. O tiene tantos que parece haberlos perdido todos. Pero es ahí donde sabe manipular el lenguaje para dilatar los harmónicos de las palabras y crear kakekotobas personales y flotantes. En la repetición está el símbolo. Parece incluso que hace del español un lenguaje tan vago y sugerente como el de Issa o Chikamatsu. Pero luego vemos que sus descripciones son crudas, carecen de pudor.

Y por medio de un lenguaje evidente, lleno de Mierdas y trozos de Rock por todos lados, construye un lenguaje propio. Logra un amplio símbolo lingüístico, personal y urbano. Con la repetición de kakekotobas chaparrenses dibuja, a lo largo de fragmentos casi inconexos y flotantes, a cada uno de sus personajes. Es incluso posible imaginar, en el segundo capítulo, la voz de Sven o más allá el olor a viernes de la ciudad. Y todo por su lenguaje sugerente en la crudeza, en el ritmo cortante, en lo discontinuo. Rafael Chaparro, además, transgrede los límites puramente semánticos de su lenguaje: va hacia el terreno sensorial y lo mezcla con palabras: «Huele a labial, a mujer rodeada de oscuridad».

Aún cuando, y tal vez por eso, mis lecturas de japoneses son escuetas y la de Chaparro también, me es inevitable asociar a este escritor con las prácticas de la literatura japonesa. A veces pienso que Chaparro, al igual que otros vanguardistas como, pongamos por caso a Palacio, logró una literatura tan cruda y personal que llega a ser ambigua y sugerente. Es esa literatura que obtiene impresiones extrañadas desperdigadas en novelas desconectadas, pero comunes a todos. Hizo lo que Japón ha venido haciendo desde hace tres siglos: kakekotobas, harmónicos, lenguajes sugerentes y trozos brillantes, pero sin el refinamiento en la levedad y la gracia japonesa sino con realismos sucios, propiamente urbanos. Chaparro sugiere y harmoniza desde lo grotesco e inconexo de lo evidente.

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