lunes, 21 de abril de 2008

Anonimato

“Con asombre de mirarte, con
admiración de oirte, ni sé que
pueda decirte, ni sé que pueda
preguntarte; solo diré que a esta parte
hoy el cielo me ha guiado para haberme
consolado, si consuelo puede ser del
que es desdichado,
ver otro que es más desdichado.”

(Pedro Calderón de la Barca)

No quería encontrar a nadie en ese sitio. No quería tratar de hacerse entender, mucho menos un afán de ser reconocido. Se sentía independiente y a la vez tan solitario. Se fijó en su potencial, era un constante golpeteo de palpitaciones combinadas con adrenalina, que en cada creación, se veía reflejada por cómo escribía, dudando de a quién enviar o dedicar esa misiva. De obtener por lo menos una dedicatoria. Habría preferido hacerlo éstos últimos tiempos en el anonimato. Escribir desde la penumbra. Escribir desde una celda. Escribir en el exilio. Escribir en un balcón mirando el amanecer en una playa ajena a la de su niñez. Escribir desde una embajada. Escribir en una máquina de escribir diferente a la de su plácido escritorio y hacerlo en otra por causa de la maldita guerra, de la maldita dictadura. Redactar en inglés. Escribir en francés. Recitar en español. Narrar en alemán. Contar en mandarín. Rezar en latín. Todo lo encantaba. Su amor por la literatura era tan grande que habría hecho votos al anonimato para pasar su vida entera desde esos alborotantes sentimientos de falta de identidad, que produciría firmar como anónimo. Se habría condenado a una vida sin nombre y por ende a una vida envuelta en la soledad… ¿Cómo lo llamarían? ¿Cuál sería su nombre? Podría llamarse «literatura» o plagiar a Bécquer y decir simplemente: “Poesía... eres tú” (Poesía soy yo).Ahora esa consigna es diferente, ahora él diría me llamo literatura, poesía y teatro: “[…] ¿y tú me lo preguntas?": Literatura, poesía y teatro, somos tú y yo.
AŋđŗΞ'Ş ζ¡$ŋΣřǿ§
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