viernes, 25 de abril de 2008

2. Kakekotoba, trip trip trip

La naturaleza del retruécano en el japonés es innata. Como los posibles sonidos del japonés son simples y su número limitado*, fueron inevitables los homónimos y las palabras que contienen palabras enteras o partes de palabras con significados completamente distintos. Tomemos la palabra kagarashi que además de significar igual «el viento otoñal» y «anhelar vivamente», es el nombre de un bosque famoso. De esta manera, cada palabra japonesa puede provocar en el literato y en el lector una serie de harmónicos que, a la final, originan un lenguaje ambiguo y sugerente por naturaleza. Tal vez el más vago y más sugerente del mundo.

Podríamos decir que de los harmónicos y de las incontables asociaciones lingüísticas que encontramos en este idioma, brotó uno de los caracteres más significativos para el verso y la literatura japonesa: el kakekotoba. Llamado también pivot word o «palabra eje», cuya función es unir dos ideas diferentes mediante un giro o desviación del significado propio de la palabra. Esto denota también otra característica básica de la literatura japonesa: la compresión de muchas ideas en un espacio reducido. Por ejemplo la voz shiranami, que significa «olas blancas» a un japonés le podría llevar a la palabra shiranu, que quiere decir «desconocido», o a namida, que significa «lágrimas». Entonces estamos ante la asombrosa construcción de un lenguaje más que simbólico, metafórico, sugerente y ambiguo por sí mismo. Y con este lenguaje ambiguo, en Japón se escribía tratando de representar grandes entidades por medio de pequeños detalles: al bosque por la rana, al árbol por la flor. Este manejo dio por resultado realismo y concreción en las imágenes, pero también una nebulosa ambigüedad total. En palabras de Keene: «La mayoría de las novelas japonesas tienden a descomponerse en incidentes inconexos, a la manera de los viejos cuentos poéticos. […] El recuerdo que nos quede de la novela será el de unos trozos de colores brillantes que se funden de cierta manera en un todo indefinido.» Casi como lo que Chaparro, Palacio y otros vanguardistas pretendían con su literatura.

Trip trip trip. Trip trip trip. Y quién sabe cuántas veces más se repite a lo largo de la obra de Chaparro. Tantas veces que terminamos por ligar a estos sonidos mínimos una serie de significados diferentes. Y lo logra solo mediante la desviación del significado del contexto. A veces parece «una risita subterránea». O nos remite a «la ira», a «lo urbano». Recuerda «un día jodido de Amarilla». «Mierda». Y sin darnos cuenta, nos encontramos frente a un kakekotoba chaparrense, de nacimiento instantáneo. Un sonido que comprende en su reducido espacio muchas ideas.

* El link proviene de aquí, y forma parte la obra teatral Sonezaki Shinju, de Chikamatsu Monzeamon.

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