viernes, 2 de mayo de 2008

Sayonara y Arigato I

Debo confesar sin vergüenza alguna (de hecho sí con un poco de vergüenza, lo reconozco) mi desprecio total hacia los sujetos de raza amarilla. Sé que no tengo la autoridad moral ni mucho menos racial, para despreciar a esta raza pero en fin tengo mis opiniones demasiado duras y combinadas con una capa de hormigón para defender ésta afirmada confesión. Los japoneses, chinos, vietnamitas, filipinos, tailandeses, tibetanos, camboyanos, etc., son la peor raza del mundo y si bien no quiero ser el patriarca de otro desagradable holocausto, debo confesar también que tienen una extraordinaria disciplina y una historia merecedora de aplausos, al igual que los judíos que ya sufrieron mucho por este tipo de pensamientos. Desde el mongol Genghis Khan, gran conquistador del Asia Menor, quién abrió los caminos para que Marco Polo se hiciera famoso y domara a los salvajes caballos de la meseta mongola, hasta el revolucionario Mao Tse-Tung, que es un personaje relevante del socialismo mundial, la milenaria historia del Asia amarrilla, es enriquecedora más no tan digna de un ejemplo a seguir como la Europa de Da Vinci o Maquiavelo. Muy aparte los “amarrillos” no se pueden mezclar con otras razas, una prerrogativa más para justificar que son la peor raza. Hemos visto, negros con ojos verdes, o inclusive con ojos azules, en Brasil o África, por el abuso de los colonizadores ingleses y portugueses, pero lamentablemente, la raza amarrilla si se mezcla es para mal, ya que los genes amarrillos se impregnan y destruyen con el mestizaje sin importar la raza a quién tuvo la valentía de unirse. Jamás veremos a un amarrillo, con rulos, o con ojos claros (Memorias de una Geisha: aquellos ojos fueron importados por el mercantilismo imperialista). En fin ni qué hablar de sus tradiciones y costumbres, pero eso sí, no somos nadie para juzgarlos. Y que me dicen de su sobrepoblación, dicen que exportan amarrillos para destruir las economías primitivas de los países, son como una plaga, tarde o temprano su economía iba a crecer, pero no por su trabajo interno, más bien por destruir las economías de los países en vías de desarrollo. Eso no es una competencia justa con su rival global, los estadounidenses, nunca hemos visto a un “cowboy” vendiendo sus lazos y calaveras de bueyes en el Centro Histórico ¿verdad?, mucho menos veremos tiendas con nombres en inglés y que su propietario sea un americano.
Los amarrillos no miran, sospechan; aún así nos dieron los mejores automóviles con las seguridades más aptas, nos dieron los electrodomésticos más avanzados y con mejores adecuaciones para facilitarnos la vida, y muy mal agradecidos nosotros los convertimos en polvo en Hiroshima y Nagasaki, pero no es que se lo merecían más bien, fue un descuido del mundo occidental, lo que sea para terminar con la barbarie (¿55 millones o 200 mil amarrillos?). Iguales, todos son iguales después de un año o inclusive menos los que perecieron en Nagasaki e Hiroshima volvieron a ser el triple en esas zonas, esas zonas ahora están sobrepobladas.
Un intento vano de superación es el que tuvieron y eso si es merecedor de impresiones y frunces de entrecejo, porque verdaderamente se convirtieron en un problema. Trataron de imitar lo que el occidente hacía, reemplazaron sus carruajes por automóviles, sus tambores de cobre por stereos y dvd’s, y sus espadas samurai por Colt 45, inclusive sus varas de bambú por hierro y cemento...


Arigato y Sayonara.
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