viernes, 16 de mayo de 2008

El aliento de las musas

Por: José Luis Castro

Paradójicamente, Poe, un romántico, sentenció que la poesía es un ejercicio de la inteligencia. En contrapunto, los clásicos, señalaban que los escritos líricos se emprendían desde la inspiración de las Musas. He aquí el punto convergente, concerniente a los lectores más que los autores, que desafortunadamente se ha descolorido y vulgarizado con el pasar de los tiempos. ¿Existe la inspiración? Pienso que el postulado de los clásicos puede estar sujeto a interpretaciones erróneas; Milton sugiere que para evitar contratiempos, asemejemos a las Musas de los griegos con lo que hoy en día se conoce como el espíritu. Argumento con el que me encuentro más confortable.

El arte no nace de la casualidad, sino de la voluntad. De la voluntad en aglutinación con la técnica y el lenguaje. El arte se ocasiona del esfuerzo y de la persistencia. Es cierto que las obras de los artistas absorben todo el caudal de situaciones, sean estas sociales, políticas y demás parámetros que limitan su realidad. Sin embargo, estos factores no dejan de pertenecer a un plano secundario con relación al quehacer artístico. Tal vez exista un motivo central, un objeto, una persona, una imagen, pero la misma no es más que una burbuja que el escritor, pintor, músico, director, etc. debe tratar con extrema precaución para trocar a esa frágil burbuja en una hermosa, no me refiero únicamente a la percepción de belleza, esfera de vigoroso mármol. Según los escritores americanos del siglo XX el artista puede visualizar el principio y el fin, pero nunca lo que está entre ellos, para ello existen las palabras, los sonidos, las imágenes…

Así como El Perro Andaluz no se puede sintetizarse, ni mucho menos se origina, en dos sueños, sino que el espectador debe emprender una tarea de comprensión frente al escabroso afán de Dalí y Buñuel, frente a cada imagen, a los cambios musicales, al tango y a Wagner, a la asociación extrema de las ideas, al choque de traumático del ojo seccionado, de las arañas saliendo de la palma de la mano, de los putrefactos burros, del placer, del hastío, del anacronismo, de la mentira. Asimismo implicaría una calificación torpe, para Los Detectives Salvajes, la de un diario biográfico. Resultaría provechoso, aunque parcial, pensar en la novela como una metáfora gigantesca acerca de la eterna búsqueda artística de un estilo, sobre la perfección del arte, sobre los afanes de innovación de cada generación. Dentro de la literatura de la no-ficción, término que me sigue pareciendo contradictorio, A Sangre Fría no surge de los crímenes y el asesinato de Dick y Perry, sino del trabajo y las cavilaciones de Capote. El sollozo… de Efraín Jara no nace del suicidio de Pedro Jara, sino de la nostalgia y el dolor que el poeta transmite, combinando de modo magistral su intelectualidad con su sensibilidad. A los fabuladores les está prohibido rebelar directamente su moraleja, esto hace que el arte no se pierda entre los potreros de la cursilería.

En fin la inspiración, arrebato que no representa de modo alguno la esencia de la labor artística y hasta puede ser prescindible, no debe entenderse como un sentimentalismo, sino como una premisa que viaja de la realidad al espíritu, a la inteligencia, a la conciencia… al papel, sobre la cual trabaja, tal vez este es el término esencial, el creador de una nueva obra.

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