lunes, 19 de mayo de 2008

Curtidor de Canela II


Llegaron a la conocida calle donde se encontraba el prestigioso colegio Sagrada Señora para señoritas, al cual atendían las señoritas de buenas familias. El gran portón de madera se abrió de manera oportuna dejando que Carla y el resto de niñas bajen. Por un momento Carla creyó ver un retazo de ese cuero negro al otro lado de la calle. Sus ojos desesperadamente buscaron por milésimas de segundo antes de que la vieja y humada puerta se cierre dejando unas astillas a su paso.

Carla salio lentamente de su última clase del día dejando atrás a Maria Clara con su profesora. Carla dejo que un largo respiro saliera de sus labios mientras recordaba los hirientes comentarios de la profesora mientras salía de la amarillenta clase pasando por uno de los pupitres dañados que habían sacado ya hace una semana de la clase. Cerró los ojos e imagino de nuevo aquella chaqueta de cuero, y ese olor a tabaco y café que inundaba su nariz.
Paso por delante de la oficina de la directora que al parecer tenia una importante reunión con uno de los padres de las pequeñas que no hacían su Primera Comunión aquel año. Al parecer, la directora no estaba dispuesta a tolerar que la niña estudiara para su transición hacia la madurez por aquel otro ritual religioso, pues no creía que esa ceremonia religiosa del viernes por la noche seguida por la elegante fiesta del sábado sea muy apropiado para la niña.


Con un último respiro dejó atrás la sofocante atmósfera del lugar mientras caminaba hacia el portón. Una de las profesoras pequeñas la alcanzó y le dijo que la maestra de Carla le había comentado sobre la relación de esta y que si no terminaba rápido con la misma, se verían obligadas a organizar una estricta reunión con la directora e incluso su Padre. Carla respiró y partió sin decir nada mientras el celador abría la puerta.

Allí, como siempre estaba, con su chaqueta de cuero negra, su cigarrillo y ese olor a café inigualable. Carla subió la mirada para ver los ojos verdes de Ángela devolviéndole la mirada mientras se ajustaba su falda marrón del vecino colegio de señoritas Academia Schouller. Con una sonrisa Ángela extendió su mano y el olor a café y a cigarrillo intoxico a Carla que devolviéndole la sonrisa tomó la mano que ella le ofrecía.

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(Gracias Vale, tú me comprendes...)

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