jueves, 11 de diciembre de 2008

Requiem y Despedida

Soy víctima de un dios frágil, temperamental
que en ves de rezar por mí, se fue a bailar,
se fue a la disco de un lugar. Quizo mi disfraz
vivir como un mortal, como no logro, matarme
me regaló, una visión particular.

El nacimiento y la muerte no
son dos estados distintos,
sino dos aspectos del mismo estado
(Ghandi)


Despertó. Jamás pensó que una llamada lo iba a contagiar del estupor maldito que provocan las malas noticias. Sus lágrimas brotaron solamente; libres y dolorosas bajaban por sus mejillas. El dolor de no poder volver a verla era inimaginable. Temblaba. Recordaba los momentos que vivieron juntos. Imaginaba un reencuentro. Lamentó algo de irresponsabilidad, de negligencia o de mala suerte quizás. Todas las circunstancias y posibilidades que llevan a la muerte de alguien, son sólo responsabilidades de la vida misma.

"Se dice que nacemos para encontrarnos, aún así el largo encuentro por el que pasamos es injusto, la vida en sí, es injusta. Se supone que un padre no debe enterrar a sus hijos: dieciocho años se esfumaron en tres horas, queda de ella sus hermosos ojos, ahora cerrados por lo inalienable que se vuelve el destino".


Ser o no ser culpable si yo la maté. Yo sobreviví, ¿porqué no morí yo? Desperté en un lugar blanco, con personas que hablaban en términos extraños acerca de mi cuerpo: dolía la vida. –Y ella ¿cómo está ella? –Lo sentimos mucho, no sobrevivió a la operación… ¿Para qué vivir si toda la vida me echarían la culpa a mí?, al mentecato que sobrevivió, aún así tendría la inmunidad de ser el testigo primordial o no, de recordarla el accidente y su último aliento, de contar veridicamente cómo sucedió, aquel accidente en el que ella me dio su vida. No olvidaré sus palabras esa noche: “Yo manejo, te vas a matar si te vas a ahora”. Recuerdo que manejó parsimoniosa, como todo lo que hacía. Era un buen recorrido, hasta lo que sucedió…
Nunca pensé que una llanta me iba a arruinar la vida. El reporte policial indicó que la explosión de un neumático provocó el volcamiento. Estuve en coma durante tres días, ella murió en tres horas.
No quise ir al velorio, no soportaría las miradas, ni la tristeza. No me imaginaría los ojos azules, llorosos y melancólicos de su madre, esos ojos que heredaron Valentina.

Es el 2050, ahora la pequeña Valentina me ayuda colocando flores en la tumba de su tía de la que solo conoce por mis relatos y la de su madre. Alejandra empuja mi silla de ruedas y Valentina va sentada en mis piernas inmóviles, juega con algo que la navidad pasada le regalé (perteneció a su tía), era uno de esos elefantes rosados que tanto le gustaban a ella. La pequeña niña me dice "tío".
Alejandra fue la única de la familia que no me repudió, la única que me perdonó, la única Schölem que me habló, y más que nada la única que hizo perdurar a su hermana.
Valentina, esa niña de cinco años, sobrina de la mujer que debería estar escribiendo esto, es mi mejor amiga, no importa la soledad, no importa la edad ni la de ella. Por lo menos hace cinco años tengo alguien que me comprende (a veces pienso que Alejandra lo hace por lástima).
Sin embargo la soledad es dolorosa. Sigo creyendo que soy un asesino suelto, nada ni nadie hará que regresen esos ojos.

Sigo creyendo que soy un asesino suelto, sólo por sobrevivir.

AŋđŗΞ'Ş ζ¡$ŋΣřǿ§

(Descansa en Paz...)

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1 comentario:

Anónimo dijo...

El desafio es vivir a pesar de la muerte no?

Me encantó su blog, ya está en la lista de BlogRoll de favoritos!

Saludos!

Orlando.