domingo, 2 de agosto de 2009

Shape of my heart

Esto fue escrito por un loco amigo mío, lo conocí en aquellos lugares cosmopolitas de Buenos Aires donde la vida bohemia se reconoce mucho más allá de las fronteras. Compañero de debates literarios y talleres con Burgman, rubio en país de negros, pero compañero al fin y al cabo. Hago este homenaje a él, Carlos Cabrera, el individuo capaz de sacar historia de los pasillos y meditaciones desde cualquier canción de Serrat, el que brinda con vodka y canta como Fernández y el que comparte alguna pena vivida (alguna vez pero superada, al parecer) por este servidor.

Una idea surgió al sonido de una nota de piano en el ambiente...

Tú. Sí, tú caminaste; cediste ampliamente la mirada. Dejaste el humo pasar, tú que de repente te borraste, que arqueaste en el momento inadecuado, que moriste sin morir: ¿porqué replicas como terremotos lejanos de un cercano proceso?, proceso que aún no termina, que se amplia y re-amplia. Tú que de la nada besaste mis labios (mi boca en común) y tradujiste en él lenguas muertas, lo que no había vivido en mucho tiempo ¿qué es el tiempo sin ti?

Dirán por allá comentando los espíritus del que ha muerto, amando, del que vive en soledad. Tú, ¿qué hacer contigo? O mejor dicho: ¿qué harás tú? Obviarás la posibilidad que quizás te pudo dar un café, obviarás las circunstancias, fingirás una sonrisa, un hola, un hasta luego; dirás “cuídate” y mandaras besos y repulsivamente extrañaras los principios de una conexión, de una realidad... ¿Y yo? Yo, ahora ¿qué haré? ¿Pasearé dentro de paisajes entre negros, caminando al son de la tristeza y de la mano de la soledad? ¿Recordaré? Sí, recordaré los diferentes lugares que pudieron ser, los besos que pudieron pasar; las noches que nunca existirían, recordando lo posibles sucesos no sucedidos, recordando en tiempo-que por algún periodo-todo se detuvo, que hubo un caos ordenado, una tarde de lluvia y sol, que hubo esperanza.

Sí, esperanza esa que provocaste en mí, cuando ordenabas el juego y te envolvían mis palabras y hablabas con propiedad y sentías por sentir y mirabas sin mirar, repitiendo este juego: el tedioso juego del amor... Y ahora cambió, de repente te cortaste, te definiste sin razón, te separaste, te sepultaste sola ¿y yo? Yo no sé, quizás me sepulté contigo ¿o quizás me envolví y salí del vacío y terminé en carrera sin saber que el sol aún no salía y que las nubes pueden seguir negras según la predicción? Quizás fue mi error el atreverme a querer salir, a querer conocer, quizás fueron las ganas que me ganaron y la astucia lo que me faltó. El caso es que por el momento y por el desmomento que me planteaste, me he terminado enredando palabras en la madrugada, en el servicio del silencio, en el pacto «mephistofeliano» (en una vida llena de dudas): ¿Dudas? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? Dime, ¿quién me ha robado el mes de abril? ¿Pero si no es abril es julio, pero será agosto? …


No lo sé el punto que ya no es punto, es que odio no poder conocerte, odio las definitivas características que tienen las acciones sociales en este país. Odio que te cueste tanto poder estar un tiempo conmigo, odio la duda, odio que simplemente me nieguen sin siquiera intentar y eso es, odio morir sin intentar. No quiero morir sin intentar, no quiero, no soy yo, ya no sé. Sólo me queda esto, esto de escribir palabrotas que salen de un averiado corazón, no queda nada más que debatir plantearse o no, definir en estas situaciones es bastante provechoso y no sé porqué lo has hecho, pero a eso vinimos a que nos rompan el corazón.

Como diría Sabina: “No es que muera de amor. Muero de ti”.

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