jueves, 27 de marzo de 2008

Arresto de Rigor (1)

“El arresto consiste en la privación de libertad del sancionado y su internamiento en un establecimiento disciplinario militar durante el tiempo impuesto por el superior”
(Art. 15)

Lo único que recuerdo es que tuve la oportunidad de mirar el sol, y me alegre, y reí y llore. Juro en los presentes instantes que en aquellos pasados momentos casi recordé mis épocas de feto placentario y mis ansias enfermizas de salir de aquel encierro, el mismo al que ahora me encuentro condenado.

Cuando mis retinas divisaron por primera vez al astro mayor, cuando el niño se desprendía de las entrañas de una mujer. Lágrimas saladas se descosían de mis ojos. Sí saladas. Pero esta vez ya no gritaba ni observaba lo que ocurría desde el inmóvil plano de todos los mortales, recuerdo claramente los plácidos deseos de aquel niño, yo era esa criatura, desafiaba fatuamente la inmutable ley de la gravedad. Los colores de la habitación de aquel hospital, en contraste con la vida solitaria que había llevado durante nueve meses, me produjeron un furioso éxtasis que sería el tiempo el encargado en borrar. Recuerdo que mi libertad era lo único que me pertenecía. Llegue al mundo un día de ardiente sol de verano, casi a medio día. Vuelvo a ser el que fui y miles de imágenes retornan a mi mente: pasillos, cuartos vacíos, puertas impenetrables, interjecciones ociosas, auténticos páramos urbanos.

Observaba miles de personas vestidas generalmente de blanco que desesperadamente intentaban encontrar el centro o tal vez la salida de aquel laberinto vestido de seda o tal vez, buscaban también, un mítico encuentro con el minotauro. Medicinas, inyecciones, olores desabridos, pasos apresurados, almas sin control, vivos que han muerto. Odiaba los gritos de aquellos muérganos que me acompañaban pero odiaba más a sus padres, porque me recordaron que yo nunca tuve unos.

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