sábado, 1 de diciembre de 2007

De lo qve vide en Perv i Qvito


Llegvé salvo. La astvcia del capitán para escabvllirse de los corsarios franceses fve brillante. En vn bajel cvyo nombre qvedó como vn boceto en mi memoria i trás semanas de viaje procedente de las costas del Panamá, la travesía por el mare tenebrosum había llegado a su fin. Arrivé entonces a la llamada la civdad de los reyes. Vide fermosas carreteras fechas éstas por los antigvos incas del Perv qvienes qvales grandes soberanos crvçaban por estos senderos. Mas tristemente los indios no conocían del verdadero Dios, razón por la qval hvbo necesidad de traer además a la Santa Inqvisición i terminar con aqvellos qve no aceptaban al Dios cristiano, graçias a la fermosa y prvdente intersección de María Madre de Dios la inqvisición acabose face no más de 10 años. Mvchos decesos injvstos acontecieron como el caso del último inga, Atahvalpa, qvien mvrió a la edad santa de Cristo i qve fve exterminado por la obra de los dominicos, de esto ia son mas de cuatro siglos i las barbaries prosiguieron cruentamente. Ahora la nova terrae está totalmente vnida con el mundo antigvo, el mestizaje se llevó acabo frvctvosamente, la minoría sigve siendo el evropeo en estas tierras.

La civdad es bastante grande mas no apegada totalmente a mis preferencias, por esto salí lo más pronto posible. Fice qve vn capitán tiempo despvés me llevara a la peqveña villa de La Tacvnga a donde llegve en dos dias. Tenía vn allegado en La Tacvnga don Pedro de Castilla qve era apodado como el crvel como sv homónimo, el excelentísimo señor don Pedro I de Castilla con el qual no tenía relación algvna, éste reçibióme en sv casa mientras dvró mi estancia. Los villanos, gente bastante agradable i por ellos fvi reconocido rapidamente i se me otorgó el cargo por el talento qve poseo en el arte del gobierno el cargo de jefe de cabildo de este virreinato, alora empezóme a gvstar Qvito mas el frío continvo de La Tacunga fizo qve mi salud decaiga estrepitosamente por lo cual fvi llevado a la civdad de Qvito con brevedad donde debí continvar con mi labor en el cabildo.

Llegado a Qvito, fví llevado al convento de la Inmaculada Concepción donde había mvcho respeto por algvnos militares qve han fallecido ia, muchos cuadros con nombres totalmente desconocidos como Sucre y Bolivar con fechas pasadas (más de vn siglo) llenaban las salas, consvlté por su devoción por aquellos "próceres" y las monjas esbozaban risas contra mi, entender el por qve fve vn ir i venir constante i sin solvción. Fve aqvi donde conocí a una fermosa monja llamada sor Maria Gangotena, por svs cvidados mi salvd mejoró i avnqve intentó explicarme la labor libertaria de los militares mencionados no concordaba nada con los conocimientos qve había adqvirido en Osvna en tiempo de estvdio. Recvperéme en menos de vn mes. María e Io llevamos vna relación bastante apegada por lo qual debí alejarme de ella para evitar sv salida del convento. Avnqve nvestras visitas eran constantes y lvjvriosas, siempre fablamos por maqvinas peqveñas qve encierran las voces de los otros antes de vernos.

Como he mencionado antes, al ser jefe del cabildo estaba al tanto de las acciones del presidente Ibarra, qve había terminado con éxito vna de svs presidencias i qvien jvnto a mi manejaba los ingresos de toda la civdad; poco a poco Qvito creçió i los carros eran vna amenaça para la civdad, el comercio con Santiago de Gvayaqvil creció i fvimos en Qvito çerca de 800.000 villanos. La cantidad de edificios qve habían fizo qve conozca la civdad en dos horas puesto que el carro qve poseía podia revasar a cualqviera siempre i qvando llevara encima vna luz roja i además haga rvido. Lamentablemente para nvestro presidente, sv sigviente presidencia no fve la mejor i no cvlminó con esta, i mi pvesto como jefe llegó a sv fin por qve los militares tomaron el control del país. Mi vltima volvntad para Qvito fve modernizar el cabildo destrvyendo el andrajoso i antigvo edificio para poner en sv lvgar algo mas contemporáneo i pvsose en pie vn concvrso para decidir la nveva forma de éste. He qvedado en el olvido desde entonces, el pveblo andino no ha reconocido mi noble labor en estas tierras, solo espero

(Texto encontrado en Quito en el año de 1966 tras la muerte de Francisco Aldaz, interno del manicomio de la ciudad,debido a la no presencia de fechas el texto permanece intacto para su estudio.)
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