jueves, 28 de febrero de 2008

Pablo Palacio

Sin duda sino el mejor escritor ecuatoriano uno de los mejores y más representativos en nuestra historia, Pablo Palacio ha captado totalmente mi atención son su forma de escribir a mi parecer un poco desinteresada en normas estéticas sino más bien en la búsqueda de saciar una necesidad casi biológica, en cada hoja que he podido leer de sus cuentos mi interés por continuar leyéndolos y en ciertos casos sentir gracia en otros locura reprimida en palabras que representan escenas totalmente fuera de la realidad.

El Antropófago, uno de los cuentos que más me gusto debido a la escena que se dibuja al final en la que el hombre llega y después de morder el seno de su esposa ve a su hijo y decide darse un banquete digno de un rey mordiendo a su hijo y despojándolo de una de sus mejillas, de su ceja, su nariz y algunas otras partes de su rostro, simplemente hermoso digno solo de un loco que sabe escribir, o la imagen del cuento las mujeres miran las estrellas en la que los amantes se convierten en perros.

Sin duda Pablo Palacio quedará en mi mente y las impresiones que pude obtener de sus cuentos quedarán impregnados en mi mente nunca podré olvidar la cara del niño desfigurado o de la foto de Ramírez muerto a puntapiés, sin duda alguna Pablo Palacio fue un loco que escribió de manera prodigiosa cada uno de sus cuentos.
28 de febrero
Santiago Salazar
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Teatro de la calle

Aunque debo ser sincero y admitir que no soy un experto en el tema y talvez ni siquiera un conocedor apropiado para hablar de teatro con terminología que llame la atención por su grado de “complejidad”, debo admitir que el teatro me llama mucho la atención y que debido a mi temor escénico nunca he tenido el valor para ni siquiera tratar de actuar en una obra escolar, pero aún así con mis deficiencias de conocimiento y mis temores me arriesgo ha opinar acerca de lo que he visto de teatro, esto ha despertado en mi un interés exacerbado por descubrir la mística y esencia del teatro, por lo que para saciar mi necesidad de descubrir este bello arte, entre mis no muy extensas investigaciones encontré al teatro de la calle.

El teatro ambulante o de la calle posee una estética que viene del circo, de la poesía, de la pintura, de la performance, de la música, esta mezcla ha dado origen a un estilo; el teatro de calle, con poco texto, mucha música, zancos, máscaras y colores. Sin duda es muy complicado realizar teatro de la calle debido a dispersión, el ruido y demás factores con los que los actores deben desarrollar sus obras, pero de una manera u otra los actores han logrado incorporar todos estas dificultades en sus obras, poco a poco el teatro de calle va siendo aceptado por las gentes que manejan los presupuestos destinados al teatro: directores de festivales, de ferias, etc. Lo que conlleva una mejoría de las condiciones en que se representa que aún así no son suficientes ya que uno de los problemas al que se enfrentan es cómo contar una historia y mantener la atención del público en un lugar de paso. Este teatro, que ha sobrevivido al progreso y a la creación de las grandes ciudades, tiene algo de clásico en sus orígenes. Patrimonio de la humanidad, empezó en las antiguas sociedades tribales y hoy día se puede encontrar en cualquier rincón de cualquier ciudad.
28 de febrero
Santiago Salazar

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miércoles, 27 de febrero de 2008

Un hombre muerto a puntapiés


Como me ha sido característico prefiero comentar un libro, cuento o lo que sea en concreto que una totalidad, es así que he elegido a "un hombre muerto a puntapiés". Desde el inicio uno queda atrapado en la lectura, que mejor forma de llamarte la atención que un encabezado de crónica roja estilo diario extra, como lector es poco novedoso, pero para quien vive la historia es el típico título que te deja con el corazón en la boca y con la intriga de saber más. Personalmente lo primero que se me vino a la mente cuando Palacio dijo que ere VICIOSO, fue lo que todos conocemos, un clásico homosexual que ha de querer una fantasía con alguien, y que fue recibido con todo el cariño del mundo de nuestra sociedad, es decir, llegando así hasta su muerte. Éste final es muy sugerente, pues uno puede anticiparse a lo que vendrá después, pero como todo esta trama tiene tintes policíacos y como no es escrita por uno, puede haber un final inesperado, que lamentablemente (al menos para mí) no se dió; no es que me quiera creer nada importante, mi ego lo permite pero no lo haría, de todos modos, pienso que al menos en este cuento siento que lo pudiera haber hecho igual, es decir, una idea muy similar se me ha cruzado por la mente y sin leer todo el texto me he dado cuenta de lo que Palacio quiso decir y cual sería el hilo conductor del texto.

Lo que más me gustó del texto fue el narrar la historia en primera persona, lo que hizo que uno se sienta parte del parte, valga la redundancia, pues es como si fuera un juicio donde uno forma parte y puede sacar sus propias conclusiones; el repetir palabras además me pareció interesante, pues es la forma clásica de hablar en nuestra sociedad y que alguien haya escrito así da a entender que quiere llegar a un grupo selecto de lectores. Algo que me gustó y que puede corregir mi visión del final inesperado es la reacción de Ramirez frente al joven de 14 años, esa forma de desear su inocencia da una imagen de un loco psicópata que necesita cumplir sus fantasías, eso hace que la horizontalidad del texto quiebre rotundamente, pues nadie espera una reacción tal donde todo ese sentimiento complejo de Ramirez sale a luz y llega hasta ser repugnante. El texto es bueno, una buena construcción lo que hace que no sea cansón y que de guía al texto para seguir la corriente. Sencillo, Conciso y Preciso, aunque un poco predesible, de todos modos me ha gustado mucho.
Aqui les dejaré el vínculo por si alguien quisiese leer el texto.
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All you need is love

Por: José Luis Castro

Primero, desearía exponer un problema particular. Mi relación con los beatles es algo extraña: amo su música, pero odio que ellos la interpreten. Me resultan tan chabacanos, tan rudimentarios, tan… desafinados. En cambio, hay versiones de sus canciones, adaptadas por Leo Brouwer (un excelente músico de nacionalidad cubana, que les recomiendo escuchar) para orquesta sinfónica y guitarra, o la versión Sólo quiero amor del genio Charly García, que me parecen extraordinariamente maravillosas. Lo mismo me aconteció con los treinta y tres temas musicales expuestos durante el rodaje del film Across the universe. He indagado la causa de esa extraña reacción, al principio pensé que tal vez la música de la época tenía esa textura, pero escuché a Jimi Hendrix, a The doors, luego a los Rollings y deseché esa posibilidad. Entonces creí que era la calidad de audio, pero no podía ser, los discos eran originales y de buen a calidad. Todo esfuerzo resultó vano. Amo las ideas musicales, la melodía y armonía de Lennon y de McCartney, entiendo que son los compositores, pero odio que se sienten en un piano, o carguen un bajo y me siento mucho peor cuando Harrison provoca unos ruidos infernales en la guitarra, que algunos dicen, son sus solos. Es curiososo, esto sólo me ocurre con el grupo británico.

Ya entrando al tema central, la película me pareció buena. Muy recomendable. Es muy difícil conceptuar las ideas de toda una generación en dos horas. Julie Taymor logra penetrar de manera formidable dentro del la sicodélica generación de los 60. Nos muestra escenas muy bien logradas, con la ayuda de efectos especiales, por ejemplo: El surreal Mr. Kite y su circo, los dos jóvenes en una cama que en medio de I´m the Warlus qie cambian de color hacia un resplandor de neón, el joven, que regresó de la guerra, en plena recuperación y la morfina azul (¡Dios, que buena es Salma Hayek!, jaja), las escenas dentro del agua, algunos diálogos que calzan perfectamente con las canciones de los beatles, entre otras.

Algunos dicen que el filme es una excelente película experimental, yo no lo consideró así. Taymor, toma canciones por demás conocidas, utiliza efectos que han sido empleados más de mil veces en el cine, los efectos visuales que emulan a las sustancias sico-trópicas están gastadas. Presenta el hastiado argumento de dos jóvenes que se aman, luego pelean para entonces amarse nuevamente en medio de la guerra. El resultado es un largometraje sencillo y entretenido donde el contenido está al servicio de la forma, que de experimental no tiene nada. En conclusión, Across the universe merece ser apreciada, así que para los que todavía no la hayan visto vayan al ocho y medio y véanla.
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martes, 26 de febrero de 2008

Cuando me toque a mí



El Ecuador, en estos años ha incursionado mucho en éste, el arte del cine. Cuando Me Toque A Mí es la más reciente muestra de esta incursión, aunque como es casi de conocimiento público la película lleva 3 años de realizada pero sin ser estrenada. La historia es interesante en donde se conjugan varias maneras de enfrentar a la muerte vista desde varios tipos de personas como es el caso del niño colombiano, el primo costeño de la prostituta, etc. Además, cada uno de nosotros podemos identificarnos con alguno de los personajes que hablan de la historia desde la inocencia del niño a la impávida presencia del médico forense que a lo largo de la historia hace notarse como protagonista mas solo por su mayoritario tiempo de aparición en el film a su trascendencia en esta historia, pues como además es conocido, no es la gran cosa dentro de la película. Es una de las tantas situaciones que se viven en el Ecuador, pasando por el taxista a quien le roban el taxi, y que demuestra la típica persona chismosa que está ahí siempre escuchando lo que la gente dice, o por qué no, el esquizofrénico quien hace amistades para matarlas luego, etc. Es muy entretenida además de las situaciones de humor que caracteriza a la obra haciéndola un poco más apreciable para el público común y no esas películas intelectuales que mucha gente no entiende y muchas veces no se las llega a apreciar siquiera. Me ha parecido una de las mejores películas de cine nacional que he visto, aunque seré sincero, no es que haya visto demasiado cine nacional.
PD: He subido esto pese a todo, y espero que lo lea Javier, pues como sabrá, los deberes enviados y anotados en el aula virtual solo los pueden ver los que no tienen o entran sin cuenta, yo entré con cuenta y así no pude ver hasta cuando podía escribir las lineas precedentes en el foro, razón por la cual no me apareció ningún deber, pero usted debe saber más de esto, usted sabe como funciona el aula virtual, al menos mas que yo, y pues aunque todos sabemos que es pésimo el servicio "aula virtual" el colegio sigue enviciado en utilizarlo; y quizá ésta reflexión sería prudente en este momento, al menos para alertar al resto. Si quieren saber sus deberes no miren sus carteleras, miren el aula virtual pero eso si, sin entrar como estudiantes del colegio sino como cualquier persona, esa gente es la que puede saber sobre los deberes de los estudiantes gabrielinos. ¡Aula Virtual!
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lunes, 25 de febrero de 2008

Ensayos sobre la muerte

La publicación de este relato consiste en un ejercicio de fetichismo puro.

Suavemente deslizo el dedo índice entre el gatillo, cargo mi Sig-Sauer P220 y con el dedo pulgar desato el seguro; es cuestión de práctica, arriba, abajo y atrás. Escucho el armonioso clic, acaricio mi revólver, lo llevo hasta mi rostro y lo apego a mi mejilla.
Entonces siento su gélido cuerpo y cierro mis ojos, pienso en su consistencia y me excito, lo apunto hacia mí y esbozo una tibia sonrisa. Veo a aquel muérgano en frente corriendo, danzando, dando vueltas. Una lágrima corre por mi mejilla, y el disparo no tarda en escucharse. Hace mucho que siento que no soy yo el que dispara.
Luisito ve a buscar a Tomás, seguro está en la cantina. Ten cuidado de esos vagos en la esquina y también de los borrachos que andan tirados por la calle. Cuando encuentres a Tomás, dile que está en graves aprietos y que ni se atreva a regresar sin una buena excusa. Ya es demasiada irresponsabilidad de su parte. Apura hijo, que no te coja la noche.
Corría como de costumbre por las aceras y luego daba vueltas en la calle, pero al final regresaba a la acera. No es que este lugar sea muy transitado por los carros ni mucho menos. Pero ya sabe lo que dicen, mas vale prevenir que lamentar. Además uno nunca sabe cuando le puede tocar.
Entre el cielo y la tierra existe un hilillo de oro de distancia.
Esa tarde el cuartel general, ordenó que las tropas del régimen resguardaran la comunidad. No querían ninguna sorpresa y corrían rumores de que los insurgentes planeaban tomarse la comunidad, pues este era un punto estratégicamente ubicado para el ataque que imaginaban
Llevan chompas verdes, entre ellos hay hombres y mujeres. Les tengo mucho miedo, ay si usted escuchar la cantidad de atrocidades que dicen que comenten, tienen una cantidad de armas, que usted ni se imagina, yo no sé de donde las sacan. Viven en los bosques, bien al fondo, de los que han intentado seguirlos no se tiene registro. Desaparecen misteriosamente. Generalmente nos visitan en la oscuridad. Y cuando deciden llevarse gente, la mayoría son niños y mujeres. Acá en la villa casi todos los hombres estamos ya muy viejos como para prestarnos a armarles bronca a esos desgraciados.
Seguro que esos malditos milicos lo mataron y no contentos con eso antes de cometer ese atroz acto lo violaron, malditos maricones. Pero más seguro estoy que esto va a quedar impune. Al fin y al cabo ellos tienen el poder y las armas y las bombas. Así que el silencio y la indiferencia es nuestro mejor aliado. Sólo nos queda cuidar el pellejo y el culo.
Por los campos de trigo corren ríos de sangre y lágrimas saladas.
Yo si los he visto, parecen fantasmas. Aparecen y desapareen en un abrir y cerrar de ojos. Un día yo estaba en medio de la plaza, y me dijeron que los guerreros se acercaban. En cuestión de segundos, en aquel lugar ya no caminaba un alma. Yo estaba recién llegado. Preferí largarme.
Un cadáver yace sobre el frío pavimento. Al parecer es un niño (de 6 a 10 años). Lleva unas botas viejas, una camisa desteñida y unos calzones rotos. Lo cubre de pies a cabeza, un manto de sangre. Sangre fría. Tiene una herida de bala en su cabeza, puedo distinguir entre su polvoriento rostro sus secos mocos escapando de su desfigurada nariz. Soy el primero en percatarme de este extraño incidente. El motivo del asesinato lo desconozco. Nadie sabe como pudo ocurrir el suicidio.
Al parecer lo asesinaron esta misma mañana. Aún no tiene el color de los muertos.


José Castro.

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Soneto

Nenúfares marchitos lloran tristes,

a media noche por que ya no existen.

Cristales en forma de azor, consuelen

en la aurora a los geranios dolientes.


Y entre lánguidos gritos y despistes,

muere el pardo clavel. Suicidas muerden

urgidos la azucena. Ratas roen

endrinos rancios, lascivos y ardientes.


Rosa desterrada al frío invierno.

En sarcófago arrojada del mundo,

rosa hermosa del vil y cruel infierno.


Oscuras tumbas busca en lo profundo,

sobre el averno, al que has ido en vano.

Ahora la rosa ya no es del inframundo.



Por: José Luis Castro

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domingo, 24 de febrero de 2008

Palillos empacados, (2)

El bar de ayer tenía dos niveles, sus balaustres eran de metal y sus sillones de cuero blanco. Tenía vista a la plaza, una gran cava de vinos argentinos iluminada sutilmente de rojo, mesas de maderas finas y lámparas colgantes de vidrio y metal. Los focos iluminaban con delicadeza y en las grandes pantallas de plasma se proyectaban paisajes oscuros. Era más bien, según la descripción minimalista del nombre, un lounge. Amplios espacios con música ambiental, quiteños fashion que salían de la plaza del momento, aperitivos ridículamente costos, y matices metálicos. Sobre el escenario que se iluminaba con láser verde y azul, un hombre, una mujer y una computadora creaban los sonidos ambientales.

Cuando me senté, vi que en la mesa se tallaba un sofisticado hueco cuadrado. Tenía cuatro secciones, cada una llena un algún tipo de semillas. Un vidrio cubría el conjunto. Sobre la sección ocupada por granos de café encontré una serie de adornos metálicos y de líneas simples. Entre ellos estaba este pequeño cilindro plateado. Parecía lápiz labial. Entonces, girando su base, intenté abrir el artefacto metálico sin ningún éxito. Me cansé y ordené filete acompañado de ese vino argentino que tanto me gustaba. Conversé un rato y llegó el aperitivo. Después llegó mi filete y mi vino. Todos comimos. Fue cuando pensé cuánto me disgustaba la carne por los residuos que deja entre los dientes. Su sabor siempre es digno de excelentes vinos, pero también de la trabajosa limpieza dental. Tendría una larga noche y entre los dientes, molestosos hilillos de solomillo al jerez.

Todavía no descubro si fue una reacción instintiva, un recuerdo de infancia o simplemente curiosidad. El caso es que, cuando me di cuenta, tenía, en una mano, el supuesto lápiz labial ya destapado, y en la otra, un palillo rojo que limpiaba ávidamente mis dientes.

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Palillos empacados (1)

Al Sr. D. J, que me mostró lo que nunca había visto.

Acaso sea cierto, pero ayer en un bar escuché a alguien decir que los viejos recuerdan todo porque se dedican a repetir sus cuentos. Oí también que algunos afortunados tienen tantos que difícilmente repiten alguno. Otros solo cuentan una única leyenda que redunda.

Cuando chico, oía a los adultos hablar de gloriosos pasados. Hablaban del segundo Himno más hermoso del Mundo, del victorioso tórax de un patriota. Pero por algo, con una suerte de sarcasmo pueril e inconsciente, me creaba una idea muy distinta de estas regiones. Dormido, como estaba, en la incongruente niñez del pequebús quiteño, al menos durante un tiempo pude distanciarme de todo este nazionalismo.

La gente veía llapingachos donde los palillos de dientes labrados en madera eran lo más evidente. No por su agudeza, sino por sus sonidos chullescos. Y luego, las fanescas familiares. Básicamente, mesas plagadas de sopas y pescados pestilentes. Pero la botella de Coca-Cola y las «masitas» sobresalían sobre los doce-discípulos-leguminosas que se bañaban en caldo de abuela. Eso sí, el mejor caldo de toda la ciudad –el de mi abuela, no de la tuya–. Después, los viejos comían con los viejos y los guambras con los guambras. Desde arriba resbalaban pasillos y gruesas carcajadas. Abajo, en la mesa reservada para primos y alguna tía joven, hablaban de la Britney, de Beverly Hills nueve–cero–etc., de astrologías baratas. Todos comían fanesca y tomaban cola. Y aunque a veces decía algo, me limitaba a escuchar y a comer. Luego todos se iban. La casa de mi abuela quedaba vacía, con inercia contenida.

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Oda a lo que sea...

“Tu lengua es traidora como
un cuchillo afilado.
Prefieres lo malo a lo bueno,
prefieres la mentira a la verdad:
lengua embustera prefieres las
palabras destructivas.”
(Salmo 57)

Quisiera referirme explícitamente a como tratamos de entorpecer el proceso literario, artístico y demás idiosincrasias relacionadas con el desarrollo cultural de nuestro país, que cada día -(según mi opinión humilde)- ha encontrado la adecuada y resolutiva manera de ir superando situaciones pueriles y nefastas en contra del mencionado desarrollo, enfrentándose a éstas valiente e indirectamente; pero a la vez un poco gratificantes en sus momentos de gloria sin reconocimiento, claro está; con los tan afamados, vilipendiados y constructivos (hasta cierto modo): críticos.

Sí. Y es funesto considerarme dentro del tan exclusivo grupo de personas que criticamos, tildamos y reprochamos, tanto, con o sin argumento a las escuelas, (literarias, artísticas) que de cierto sentido carente de idealismo o discreción, nos han venido inculcando un tipo de literatura o gusto por el arte, considerándolas como un apadrinamiento compasivo: porque verdaderamente depende de los maestros el qué hacernos leer, o el qué hacernos ver y también de nosotros, y nuestros padres la entera formación de nuestras opiniones artísticas y literarias, traicionando así nuestros primeros libros de Disney con el trillado «final feliz» (Sarcasmo y risas). Lógicamente entenderemos que todo cambia, como lo diría la Sosa: “Cambia, todo cambia, que yo cambie no es extraño”, llegará un momento en que definitivamente tendremos que cambiar nuestros viejos libros de colorear por el tan afamado “Don Quijote” y reemplazar a Edipo por Shakespeare, Borges, Nabokov, y a la Warner por el ansiado cine independiente europeo o latinoamericano con tintes revolucionarios-antiimperialistas.
Pero, ¿realmente nos ofrecemos al cambio y estamos concientes que no solamente cambiamos nosotros, sino también nuestra sociedad?

Hay que reconocer con ponderación, si es necesario, que inevitablemente el Ecuador ha cambiado… No solamente en el aspecto que el nuevo régimen quiere inculcarnos con bombardeos subliminales televisivos, sino más bien enfocándonos en lo cultural. Ecuador ha avanzado de una manera muy peculiar en esta última década. La condición intermitente del cine nacional (un ejemplo claro de aquel avance), mantiene la actividad cinematográfica en permanente refundación y consecuentemente la memoria histórica es debilitada, pero en contraste con esto son las excelsas películas ecuatorianas presentadas no solamente por compasión en nuestras salas de cine (talvez eliminando de la cartelera alguna hollywodense, más vendedora), sino también presentadas en algunos Festivales Internacionales, que si bien no están a la altura de Cannes o Venecia, mucho peor del utópico Oscar, han hecho que la estética que se plantea en la pantalla grande sea un fiel reflejo de algo nativo, puro y enteramente, de sucesos ecuatorianos. He ahí dónde las tan afamadas masas de críticos ecuatorianos mal entienden el concepto de «nacionalidad cinematográfica».
En el estreno de “Crónicas” de Sebastián Cordero (al cual tengo el gusto de conocer personalmente por algún desliz sentimental de mi prima), me pareció realmente pésima la actitud de aquel periodista ecuatoriano, que preguntó si, ¿ésta es una película para elevar al Ecuador a los altares de la Academia de Artes de Hollywood? Cosas como ésta, muestran el tamaño de nuestra “soledad de cien años”. En amplia comparación con el Premio Nobel colombiano, que alienta a comprar el «producto país».

Eventualmente nos volvemos psicópatas, o simples gendarmes al mando de las dictaduras, al ejecutar en el paredón de las ideas, nuestros puntos de vista de libros leídos (a mal gusto), de obras de teatro (obligadas) o de películas (excelsas) que ha venido a conformar, con simples comentarios carentes y reducidos del verdadero deseo de hacer de alguna eventualidad, algo catártico o simplemente, mejor. Porque, desde luego, no estamos a la altura de un Borges para realizar un “Prólogo de prólogos”, pero estamos en la capacidad receptora, en este caso de aglutinar las diferentes visiones artísticas (obligadas o no) que se nos ponen al frente.

Seguiré tratando de analizar más cuestiones desgraciadas para fundamentar esta opinión humilde, dócil, y mostrenca.
AŋđŗΞ'Ş ζ¡$ŋΣřǿ§
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jueves, 21 de febrero de 2008

Séptimo

Oh, la tormenta engendrada a la carrera, el grito agudo de la muerte y el golpe que alcanza la vena, la hermita que nadie puede derribar, la culpa, la maldición que ningún hombre puede soportar. Pero hay una cura en su casa, y no fuera de ella. No, no de ningún otro excepto de ellos. su "binody strife". Os cantamos, dioses oscuros bajo la tierra. Ahora oid, vosotros extasiados poderes subterráneos, responded a la llamada, enviad ayuda. Bendecid a los niños, dadles el triunfo ahora. Aeschylus, la muerte atraviesa el mundo, como los amigos los mares; viven en otro presente, ese amor y vida que es omnipresente. En este divino cristal, miran cara a cara; y su conversación es libre, al igual que pura. Este es el consuelo de los amigos, que puede que se diga que han muerto, pero para sus amistades y para la sociedad están, en el mejor de los sentidos, siempre presentes, porque son inmortales.
AŋđŗΞ'Ş ζ¡$ŋΣřǿ§
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Crónicas sobre la ciudad de Quito y su aproximación con la muerte

Por: José Luis Castro.


Voy a ser franco. Cuando me toque a mí, superó mis expectativas. La película prevalece por sobre el círculo vicioso del cine ecuatoriano, que ciertamente es bastante pobre (no hablo solamente del ámbito económico). En medio de la ya hastiada tragedia social, Arregui consigue enfocar un tema universal y por demás interesante: la muerte. No del nauseabundo modo thrilleresco-policíaco. Sino enfocándose más en la creación de ambientes desesperanzadores, trabajando a los personajes para que se ajusten a una estética oscura, de cierta forma extrañamente bella. En medio del denso ambiente en el que en general transcurre el filme y con una exquisitez increíble, se introducen extractos de sutil humor negro. Realmente, ese trabajo me parece, particularmente, descomunal. La brecha entre la muerte, asesinatos en masa , enfermedades , locura, drogadicción , violación , religión , sexualidad, política… y el humor, al menos en la esfera artística es de lo más reducida. Y sin un nivel intelectual adecuado, las sátiras se podrían convertir en burlas inclementes, e incluso podrían considerarse vulgares. En lo pertinente al nivel actoral, los méritos se los lleva Arturo, el doctor. Justamente por la sutileza, casi Wildeana con la que maneja el denso ambiente, que los demás actores crean sobre él. Esa actitud pasiva, esa indiferencia, la habitualidad y cotidianidad inusitada en el carácter de Arturo, es meritoria. Sin embargo, ciertos actores, en concreto, la madre del niño atropellado (repulsivamente fatal actriz), estropean los ambientes que no solamente logran crear los buenos actores, sino también los musicalizadores (contra los cuales mi único reclamo va dirigido al tema final, y por ende al principal; que estruendosa y desesperante suena la voz de ese tal Vicentico, lástima por el final, si no pudieron encontrar música de mejor calidad, al menos debieron poner algo un tanto más afinado), directores de fotografía, directores artísticos, etc. Debo mencionar, igualmente, la existencia de estereotipos, que aún no logran romperse. Entre algunos las quejas y lamentos sobre la situación política de nuestra demacrada (lo digo con sarcasmo) nación. Es un lugar común, los personajes se quejan de los gobernantes y olvidan sus verdaderos roles. Seguramente, en el cine ecuatoriano, hay más clamores que en el IESS, y eso es alarmante. Estereotipos… del pobre, del pobre trabajador, del pobre vago, del pobre borracho, del pobre que busca trabajo, del pobre recién llegado a la ciudad, del pobre ladrón, del pobre maricón... No obstante, se pueden encontrar escenas magníficas: el despiadado Carlos apuñalando a su víctima por la espalda, en plena mañana, o la silueta de Arturo de madrugada hablando por teléfono con su madre, teniendo como fondo una esplendorosa ciudad de Quito iluminada, o la cámara prendida de la luz verde de una ambulancia que recorre la ciudad en media noche, o aún mejor tres sillas, un homosexual, su madre, su hermano, su padre, un pasillo desolado, el silencio. No se puede pedir más (asunto de planos de cámaras y de fotografía) a un escueto presupuesto, que apenas asciende a los noventa mil dólares. En fin, una película muy recomendable. Hace tiempo, no recuerdo cuanto, leí un artículo sobre cine ecuatoriano, titulaba menos bala y más risa. Periodísticamente, era una basura, pero el mensaje; dejar de abusar de los thrillers trágicos y dedicarse a la comedia, constituye una brillante idea. Cuando me toque a mí; pensé que lo mejor era ver otra cosa, o quedarse en casa, pero me di con la piedra en la cara. El cine ecuatoriano progresa, todavía no estamos a la altura del festival de Cannes, o de los Karlovy Vary, y mucho menos que del festival de Venecia, pero por algo se empieza y más vale que sea tarde que nunca, o al menos eso es lo que dicen…
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lunes, 18 de febrero de 2008

Assacando falsedades (3)

Para terminar con Rolando de una vez por todas, me gustaría hablar de tres elementos que cautivaron mi atención: Rolando, Eloise Godín y la unidad de los capítulos dentro de la novela.

Los dos primeros son, a mi entender, los personajes mejor logrados. El primero, cual Morga, sufre una mutación a pulso, muy dable. Esto me hace pensar que los quiteños tenemos una especial debilidad por la corrupción del hombre. Quién sabe. La segunda, y por la que tengo una debilidad
especial, parece construirse desde ábsides menos evidentes. Eloise Godín, la voluptuosa y perspicaz puta, se sostiene, como telaraña, del diálogo y sobre el «retrato del momento» del que Gombrowicz era tan aficionado. Así, sus gestos, su sigilo y su sensualidad son los que dibujan una mujer cautivante y de la que se quisiera saber más.

En cuanto a los capítulos, puedo notar que cada uno desarrolla un concepto diferente pero unificador. Así, me limitaré al capítulo titulado «A tientas», que puede interpretarse como un nacimiento. El nacimiento al mundo de un Rolando indefenso y desorientado. Llega, guiado por el inhóspito bosque, a una madriguera igual de inhóspita y percibida como un útero hostil. Luego, y durante la madrugada, un tropel de pensamientos fluye hasta su mente, tan abultados que le provocan suicidio. Pero en una suerte de mayéutica socrática entiende que no se pertenece. Se debe a la justicia: ella es la única dueña de su vida. Decide, por mojigata justicia, vengar la muerte de sus amigos y de su hijo. «Y finalmente se enfrenta, erguido, a la luz de la mañana». Camina a tientas, precisamente, por el mundo que se abre para él verdadero. No el ideal mundo que soñó. Y poco a poco «abre sus ojos de ciego, de bebé» hasta que, casi como nosotros al crecer, con Madmoiselle Satán los abre por completo. Y así Páez, con cada capítulo, logra una novela, si bien un poco tortuosa, asombrosamente articulada.
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Assacando falsedades (2)

La prosa que Páez maneja en Rolando es escarpada y meticulosa. El ritmo de sus descripciones y narraciones resulta, hasta cierto punto, latoso. Sus diálogos, en cambio, me parecieron bien logrados. Asimismo la unidad que logra con ciertos conceptos y ciertos personajes.

Ya desde la primera línea, que se presenta admonitoria, podemos darnos cuenta del ritmo y del lenguaje que manejará la novela: obscuros. En ciertos casos, como el episodio del capítulo tercero que describe la hacienda de Rolando Galassi [p. 39], las descripciones se convierten en fatuas líneas que se suceden y se suceden sin sentido. La escarpada pendiente que constituye su prosa no devuelve más que ampollas y dolores musculares. El esfuerzo de adaptar nuestro español a uno roto sintácticamente, a diferencia de lo que pasa con Carpentier, en, por ejemplo Oficio de Tinieblas, se paga con un hastío lingüístico que adultera el placer literario. El sabor de boca que deja Carpentier es uno minucioso, de totalidad. Deja una textura satisfactoria, que regresa y, como el difícil néctar de un avispero, rememora sabores deliciosos. Pero no deleznables, grumosos, como pasa con Páez. Aún así, la meticulosidad de Don Santiago en varios pasajes de su obra, como el incendio de la casa de Galassi [cap. VII], presentan obstáculos cuya solución puede resultar gustosa.

Esta novela está llena de paradojas. Es precisamente antes del molesto episodio de la hacienda de Galassi cuando el escritor demuestra una gran habilidad en el manejo de la actitud dramática. No solo logra un diálogo completamente verosímil, sino también un interesante juego de personajes y conceptos que impresiona. Me refiero a la ecléctica conversación que mantienen Sturman y Thomas acerca de las pequeñas piezas de un reloj (cada cual tiene un sitio y función precisa, como en un cuento) y Alfaro (acaso la mano que da cuerda al reloj liberal), la fiesta del corpus y los desagradables conservadores.
Asimismo, las conversaciones que el metamorfoseado Rolando mantiene, en calidad de «ciego» chismoso con los transitorios pobladores de las Plazas de Quito, asimilan tanto el discurso de la novela cuanto el discurrir quiteño. En cierto punto lejano, los personajes, o más bien el espacio de ese Quito arremolinado y turbio, algo tienen del Santiago de Oficio de Tinieblas y la anónima ciudad de El derecho de asilo. A lo mejor esta construcción obscura del espacio por medio de ambiguos personajes sea lo que me remitió a Carpentier (la sociedad de Santiago, las multitudes quiteñas, las carpenterianas, las mujeres voluptuosas: todos azorados por su espacio). En fin, ambos parecen cuajar en sus textos la idiosincrasia de las sociedades que los vieron nacer y solo a uno, todavía, morir.

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Sodoma y Gomorra

"Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo. Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sahara, la vasta Amazonía desaparecerá de la faz del planeta destruido por el granizo, y la era del rock y de los corazones transplantados estará de regreso a su infancia glacial. Los pocos seres humanos que sobrevivan al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio seguro a las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus recuerdos. La Creación habrá terminado. En el caos final de la humedad y las noches eternas, el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas."

Un gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la Tierra no será el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran patria universal. Pero la sospecha creciente de que es el único sitio del Sistema Solar donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una conclusión descorazonadora: explotación a la naturaleza, calentamiento global y carreras armamentístas van en sentido contrario de la inteligencia.
Y no sólo de la inteligencia humana, sino de la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa inclusive a la clarividencia de la poesía. Desde la aparición de la vida visible en la Tierra debieron transcurrir 380 millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos a diferencia del bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de amor. No es nada honroso para el talento humano, en la edad de oro de la ciencia, haber concebido el modo de que un proceso milenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un botón. Para tratar de impedir que eso ocurra estamos aquí, sumando nuestras voces a las innumerables que claman por un mundo sin armas y una paz con justicia. Pero aún si ocurre -y más aún si ocurre-, no será del todo inútil que estemos aquí. Dentro de millones de millones de milenios después de la explosión, una salamandra triunfal que habrá vuelto a recorrer la escala completa de las especies, será quizás coronada como la mujer más hermosa de la nueva creación. De nosotros depende, hombres y mujeres de ciencia, hombres y mujeres de las artes y las letras, hombres y mujeres de la inteligencia y la paz, de todos nosotros depende que los invitados a esa coronación quimérica no vayan a su fiesta con nuestros mismos terrores de hoy. Con toda modestia, pero también con toda la determinación del espíritu, propongo que hagamos ahora y aquí el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir al diluvio atómico. Una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo, para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aquí existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia, pero que también conocimos el amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad. Y que sepa y haga saber para todos los tiempos quiénes fueron los culpables de nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que esta fuera la mejor de las vidas posibles, y con qué inventos tan bárbaros y por qué intereses tan mezquinos la borraron del Universo.
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Arte Quiteño

Pocos son los que en Quito aprecian el arte quiteño, y por el contrario considero que la mayoría de veces son personas extranjeras las que al maravillarse con el arte quiteño se encargan de difundir su importancia histórica y artística a nivel de América, pues si bien en otros países como Perú, Argentina, Chile y el resto de países de la costa del Pacífico también ostentan arte autóctono de cada una de sus raíces, considero que el Ecuador y en especial Quito resalta por la grandeza alcanzada por artistas como Miguel De Santiago o el mismo Caspicara un indígena convertido, por su obra lograda de buena forma. A mi parecer uno de los aspectos más importantes es el mestizaje que debido a la mezcla entre las técnicas traídas desde el viejo continente y el toque mestizo de los indígenas convertidos generó en el arte quiteño lleno de un encanto místico totalmente apegado a la religión en la mayoría de casos, pero aún así dándole nuestra identidad .

La «Colonia oscura y de importancia secundaria», como algún historiador nacional, lo ha dicho, se ilumina y realza por milagro del arte. El patriotismo no ve desproporcionada la expresión de: «Quito, luz de América». Del fondo de la vida colonial surge el arte quiteño, cual esencia que satura el ambiente de la Patria. Cuando de afuera se aprecia este aspecto hermoso de nuestra anterior cultura, no cabe que nosotros desconozcamos los motivos de una legítima gloria nacional. (Arte Quiteño Colonial 1944).

La identidad quiteña se esta perdiendo debido a que son pocos aquellos que tienen la capacidad visual y mental de apreciar la hermosa ciudad en la cual tenemos la fortuna de vivir, la modernización a hecho que aquella magia de nuestro Quito colonial lleno de arte, de noches eternas bajo su cielo hermoso se vayan perdiendo y degenerando en edificios de estética nada agradable en reemplazo de los monumentos arquitectónicos que fueron imprescindibles para que nuestro Quito haya sido nombrado Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Santiago Salazar
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Gertrudis Forever

Después de haber presenciado la obra de Peky Andino, si bien no sentí una satisfacción total me quede conforme y agradado por lo presentado en el Teatro Nacional Sucre, me pareció muy interesante la forma en la que se utilizó la imagen del héroe latinoamericano el “Santo”, la verdad fue muy gracioso ver los cambios de personalidad del mismo al pasar las deferentes épocas cada una con una ideología diferente, pero a mi parecer en esencia siempre fue el mismo nunca cambio su forma de ser simplemente la acoplaba a las diferentes épocas, de igual forma me pareció muy interesante la parte en la cual se produce un preámbulo antes de su muerte en el cual llega la mujer de su vida “la muerte” la cual ya no es igual al resto de mujeres a todas aquellas llamadas Gertrudis que nunca se entregaron totalmente a él que siempre le fueron esquivas desde aquella primera Gertrudis vía curso intensivo, aquella otra que nunca le dirigió una sola palabra y con la cual se caso, la argentina que le quitó la soda bar, hasta la aparentemente alemana-soviética a mi forma de ver.

Por el contrario a mi percepción muy personal la obra comenzó a caer en una cierta decadencia en la parte en la que se divide en dos al escenario por un muro de un lado en Centro Comercial consagrado al dios del consumo, y al otra los adeptos al PUMA (Partido Único de Muertos de Hambre), aunque en esta parte de la obra hubieron partes interesantes como por ejemplo cuando entra al Chat y se encuentra con su abuelo o mejor dicho su abuela ya que era travestí, y también con su madre, las palabras un poco fuertes en algunas escenas de cierta forma sirvieron para darle un poco de sorpresa a la trama ya que se soltaban de manera brusca en escenas en las que al menos yo no me las esperaba.

Definitivamente la obra me agradó aunque no me sentí totalmente satisfecho porque como ya lo mencione la obra a mi parecer fue perdiendo sentido de cierta forma y se convirtió en sátiras repetitivas y totalmente predecibles como el encuentro padre- hijo algo en cierta forma predecible.

Santiago Salazar
18_02-08


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Arquitectura Quiteña

El urbanismo elemental de los conquistadores determinó el sitio que debía ocupar cada convento en la traza primitiva de la ciudad. No se dio entre nosotros el caso de los teocallis de México o los templos del Cuzco, que provocaron aprovechar de los mismos puntos elegidos por los indígenas para fortaleza militar o culto de sus dioses. En la fundación de Quito, tanto como de Guayaquil, Cuenca, Baeza y Riobamba, el diseño de calles y solares obedeció a condiciones geográficas y al número de pobladores. Las alusiones históricas al palacio y al lugar del placer de Huainacápac en Quito, y a las grandes edificaciones del mismo monarca en Tomebamba, no han dejado restos de comprobación, menos sillares que hubieran utilizado los españoles para erección de sus moradas.

Lo que sí consta es el alistamiento previo de los pobladores, para, de acuerdo con su número y calidad, calcular el área de la nueva ciudad y señalar y distribuir los lotes. También es cierto que representantes del clero y las Comunidades de San Francisco y la Merced y poco después Santo Domingo estuvieron desde el principio a reclamar un asiento para establecer sus iglesias y conventos. La determinación de cambiar la ciudad incaica en española obligaba a sujetarse a las desigualdades caprichosas del terreno. Los quitus, desdeñando los anchurosos valles que se extienden a sur y norte, habían elegido por morada las faldas en que el Pichincha se recuesta hacia el oriente en unas como penínsulas divididas por quebradas que abren las entrañas del suelo vulnerable. Del fondo de las cavas del Placer-Itschimbía, el Tejar-Manosalvas, la Cantera-Jerusalén se levantaban, formando barrancas, los bordes desiguales que arriba se tendían en mesetas cercadas en torno por las pendientes del viejo volcán, la loma de San Juan, la colina del Itschimbía y el montículo del Panecillo. Sobre esta topografía se trazó el plano de la población. Al centro, la plaza mayor con solares para la iglesia y casa parroquial. Hacia el Pichincha y a distancia casi simétrica, los sitios para templo y morada conventual de San Francisco y la Merced. Por llegar al último, Santo Domingo hubo de escoger el puesto que quedaba al sur pasando la honda quebrada de Manosalvas. De hecho, los emplazamientos conventuales determinaron urbanísticamente la traza y dirección de las calles y, en lo social, el carácter de los barrios

Santiago Salazar
18-02-08
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domingo, 17 de febrero de 2008

Crónicas del Breve Reino (Aquilino)



Ha llegado el turno de criticar la obra de Paez, en este caso Aquilino, el mismo inicio que de la anterior novela me desanimó a continuar, pues seré franco no acabe de leerla; el inicio de ésta igual que la anterior supone un país y un viaje en Europa (al parecer una concepción de intelectualismo europeo por parte del autor), y la forma de escribir de Paez que no me convenció en el anterior hizo que el desanimo sea mayor. Creo no ser el único que no ha estado conforme con éste libro, pero no es que pueda elegir que leer (Y como pude leer en otro lado el juzgar esta obra como mala por inventar un país sin mucho fundamento es malo pues la idea plantea una novela historica sin una visión nacionalista, pero de todos modos, yo si la he de juzgar así, pues yo hubiera escrito así) cosa que implica además que no tengo otra opción que esto y me siento frustrado al tener que escribir estas líneas sin haber leído esta parte del libro, preferiría utilizar éste espacio para escribir otra cosa relacionada con la clase, pero ya utilicé esa posibilidad en Nace y Muere Rosa. Hasta lo que leí y pues por obvias razones desde el inicio se plantea que la novela tiene un tinte policíaco, donde se realiza la búsqueda de la nueva capital del país imaginario, Ecuador. Personalmente no hubiera hecho esta obra relacionada con la primera, pues son estilos diferentes, y tiempos diferentes. Y Cosmo un personaje complejisimo que no envejece sino que sigue ahí en casi 60 años de distancia, que es lo que hay entre las dos crónicas, eso no me ha gustado del todo. Los pies de página, son otro dolor de cabeza tal y como lo dije en la anterior crónica, hay cosas que son innecesarias y que entorpecen la lectura, y otras que si necesitarían un pié de página bien puesto. Es cuanto puedo decir en honor a la verdad, es decir a lo que leí
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Assacando falsedades (1)

Luego de una atrasada pero minuciosa lectura de la primera crónica, Rolando, del libro Crónicas del Breve Reino de Santiago Páez, noto varias cosas. La más amplia, pero al tiempo más sintética, es su textura barroca. Sabiendo que la mejor forma de proponer un ejercicio crítico es comparando la obra a criticar con otra similar, me propongo comparar a Páez en Rolando con Carpentier en Guerra del tiempo y Concierto barroco –evidentes las distancias, pero evidentes también las similitudes–. Asimismo me disculpo por no utilizar otro escritor más oportuno.

Para que una obra literaria se describa como barroca debe cumplir ciertos requisitos mínimos. A saber: la adjetivación meticulosa, el gusto por las figuras literarias, la ruptura sintáctica y, dependiendo de la corriente, o bien un virtuoso manejo de la lengua, o bien un manejo magistral de los conceptos. O bien ambos. Todos lo sabemos ya. ¿Pero para que sea llamada arte, la obra literaria acaso no debe crear ciertos matices especiales: aquellas texturas reservadas para maestros? Carpentier evidentemente lo hizo.

El lenguaje que Páez utiliza es innegablemente barroco. Su modus operandi básico es usar extensas oraciones gramaticalmente complejas y manejar un léxico oscuro. Entonces nos remitimos inmediatamente tanto a la lírica barroca como a las descripciones de Carpentier. Sin embargo, en Carpentier, cada palabra, más aún la que exige diccionarios, está delicadamente ubicada dentro de una deliciosa y rítmica prosa que además es coherente con el concepto. Tomemos el inicio de Concierto barroco. Después del epígrafe bíblico «…abrid el concierto…», literalmente, un concierto fonético se abre a nuestra inteligencia. Las dos primeras oraciones ocupan poco menos de una carilla de carta. Son extensas y su gramática llena de hipérbatos resuena, a manera de preludio, durante las siguientes tres hojas. En esas dos oraciones, que calculo tendrán poco más de cien palabras, el vocablo plata se repite, sin fastidio, diez y nueve veces. Y a cada repetición toma un nuevo significado. Otro matiz. Y se nota, en el mismo lugar que se descubre la textura, que Don Alejo calculó escrupulosamente el lugar de cada palabra. No sobra ni falta nada. Todo está donde debería. No hubo gasto de palabras al escribir ni habrá desperdicio de tiempo en la lectura.

Ahora bien, cuando abrimos el libro de Páez nos encontramos con un Liminar que comienza tedioso: las notas al pie de página (hasta cierto punto, inservibles). Ya Vila-Matas dijo, en relación al olvido del escritor, «porque esa página ya la ha perdido, se ha ido literalmente volando (…), responde a preguntas que otros hombres le hacen y que su autor no podía siquiera imaginar». El escritor debe, según el español, ser olvidado apenas ha cesado de escribir. Y el texto, entonces, se defenderá solo. Estas muy borgianas notas de Páez se me presentan como una suerte de defensa, de empujoncito maternal. De hecho, todo el Liminar, parece una larga justificación de las páginas venideras. Una justificación inverosímil. Luego comienza la primera crónica.


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sábado, 16 de febrero de 2008

Peky y Gertrudis: Sepultando al realismo social

Por: José Luis Castro.

Los grandes artistas se han caracterizado por derrocar normas y tabúes preestablecidos por los viejos y aclamados grandes artistas, y crear nuevas tendencias que, con el tiempo se desgastarán, caerán en decadencia y serán removidas y reemplazadas por nuevos e ignorados grandes artistas, que odiarán a los grandes artistas del momento y amarán a los viejos grandes artistas. Este fenómeno no ocurre solamente en los elitistas y pedantes ámbitos artísticos sino que también la historia y la vulgar política sufren de esta anómala sintomatología. Pero, ¿Qué ocurre cuando, los anónimos e ignorados artistas rehuyen de una nueva responsabilidad cultural y deciden refugiarse cobardemente tras los gruesos pero endebles cimientos del arte ya instituido? ¿Acaso esta reacción retrógrada cambia el destino del arte? Tal vez el tiempo, que devora todo lo que se interpone en su andar, devora también esas retardadas actitudes sin misericordia, al tiempo que las destina al virulento olvido, al mundo de las sombras.
Hace mucho tiempo que el teatro (¡Ni mencionar la literatura y el cine!) ecuatoriano gira entorno a los sucesos históricos; ese abuso de la historia es uno de los males de nuestro tiempo, dice Borges. Comprendo la relevancia de ciertos temas, para numerosos sectores de la sociedad actual. Pero la queja social, y el llanto constante de Latinoamérica es asfixiante. Tanto así que estoy resignado; cada vez que se monta una obra dramática esta gira en torno al ya dilapidado realismo social y, en cambio, cuando se presenta una comedia, esta se enmarca en medio de un código del esperpento grotesco Valle-Inclaniano combinado con envolturas de tinte surrealistas, claro sin olvidar los inagotables y redundantes personajes del mismo realismo social.
Debo reconocerlo, Peky Andino forma parte de la cúspide del teatro ecuatoriano y sin duda posee una madurez casi única dentro del medio ecuatoriano. Su obra se ha desarrollado de manera positiva. Hace un año, acudí a la presentación de Sacrificios del Alma, que francamente resultó decepcionante. Pero en Gertrudis Forever, los defectos desaparecieron (solamente quedó el perenne: papá, hijo...papá hijo). Las mujeres de mi vida me mostraron al verdadero Peky Andino, al director, guionista y actor inmiscuido en una comedia construida de modo perspicaz, inteligente y original, que toma retazos de la realidad para fundirlas en diálogos cómicos aparentemente sin sentido, con símbolos y personajes redondos, y con actuaciones magníficas, de esta última obra solamente Charli Emulsión (protagonizado por Santiago Naranjo) no llenó mis retinas. De escenas plagadas de seres perdidos en mundos sin sentido, en los cuales la relación causa y efecto, no existe. De la maravillosa combinación de elementos de los teatros isabelinos y nuestra herencia mágica-maravillosa, aunque todavía se muestran ciertos rezagos de una cultura que adora la eterna queja del gallo pelón, se puede recalcar muchos aspectos interesantes. Entre ellos musicalización, indumentaria, argumentos, etc. En conclusión, Gertrudis forever o las mujeres de mi vida, si bien con cantidad de talantes pertenecientes al realismo social, se exponen, desde el primer momento con un alocado argumento, como un paso, no sé si gigante o diminuto, prefiero pensar que se acerca más al primero, a un nuevo estilo artístico. Al reventón del siglo XXI, al hedonismo: a favor del descubrimiento de nuevas técnicas y apreciaciones y no en función de gastadas teorías políticas e históricas, ni de estériles biografías, que no contribuyen al desarrollo de la humanidad en general. A un arte que agrade y que se olvide de los lamentos.

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viernes, 15 de febrero de 2008

El Teatro

Por: José Luis Castro.

De entre todas las manifestaciones artísticas que conozco, el teatro es la más compleja y universal. Pues, es dueño exclusivo de los dos ámbitos centrales del arte: el literario y la producción escénica. Dentro del primero se podría catalogar a las novelas, cuentos, crónicas, etc. Y dentro de la segunda, un tanto más variada, estarían el cine, la música, la poesía, la pintura, la fotografía. El teatro, sin embargo, tiene de todo un poco, lo cual transforma a esta expresión en una compleja telaraña. No puede haber teatro sin actores, así como tampoco puede representárselo sin un dramaturgo, mucho menos sin guión y tal vez (aunque de manera gélida) se la lograría establecer sin aplausos. Así mismo se puede señalar que la dramática permite que los hombres rompan los finos, pero al mismo tiempo bastante guarnecidos, hilos de la realidad y del tiempo. El teatro convierte a los seres humanos en personajes tridimensionales. Y al menos por el tiempo en el que los actores están sobre la tarima, son inmortales, no tienen vida: están muertos. Están muertos pero actúan, dialogan, corren, gritan, callan, lloran y vuelven a morir. Y con sus performances (que horrible palabra), brindan un verdadero espectáculo a los lectores que en su asiento miran, ciertas veces asombrados y otras adormecidos, la obra. Prodigioso considero, las formas de las que se sirve el teatro para acicalarse. Asombrosamente, las virtudes del teatro van más allá y de cuando en cuando se nos presenta por medio de estridentes sonidos sinfónicos y movimientos calculados en el ballet, o a través de voces excepcionalmente magistrales en la ópera, también está en el silencio de la pantomima y en las abstractas hojas de un viejo libro de mi estantería. Yo como lector, cada vez que me siento en una butaca, noto que mi piel arguye entre el nerviosismo, la esquizofrenia y la locura, al tiempo que mi alma siente una emoción de suerte catártica y mis piernas se mueven sin control. Deseo que las llamadas terminen y que la función empiece. Deseo que los actores emprendan la acción. El teatro es único. Tanto así que cada vez que veo que se lleva un libro a la gran pantalla, termino decepcionado. El cine, en cambio, no logra una totalidad (ambientes, personajes, imágenes) y para ser sinceros, la mayoría de generosidades literarias se pierden. Y cuando logran mostrarme una imagen estéticamente buena, pienso en todas las que se disiparon. Curiosamente en el teatro me ocurre lo contrario, aunque de menor duración, los diálogos adquieren matices maravillosos, aún con un solo plano las imágenes se vuelven más complejas e interesantes y sin necesidad de descripciones se construyen personajes admirables. Satisfacción total. Tanto así que mientras dura la obra soy capaz de morir conjuntamente con los actores, de actuar, dialogar, correr, gritar, callar, llorar y volver a morir con ellos. Y seguir tragando sus perversas y placenteras mentiras…

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martes, 12 de febrero de 2008

Nace y Muere Rosa


Naciste hermosa y pura cual geráneo
Abriéndote paso entre selva vírgen
Contorneada de claras plantas de bien
Elevando al cielo tu ojo foráneo.

Y separando tu vida al deseo
Mirando hacia otro lado con vaivén
Ubicas tu ser con desdén
Esperando encontrar a Prometeo.

Recibiendo su fuego y sú amor
Esperando en él su grande pasión
Reprobando si empieza a haber dolor.

Observando si tiene esa ilusión
Sencilla y sincera como tu olor
Aceptándole con sola intuición.

Ahmed Deidán
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viernes, 8 de febrero de 2008

Crónicas del Breve Reino

Tras haber leído las primeras 200 páginas del libro del escritor ecuatoriana puedo arriesgarme a decir que la verdad no ha sido de mi total gusto, la descripción de los paisajes y de los personajes recargada se me volvió pesada, la forma barroca con la que se describen estos elementos hizo que a mi parecer la lectura se vuelva forzada desde mi concepción personal. Otra de las características del libro que me desagrado hasta cierto punto es la falta de fundamento en algunos pasajes de la lectura, como por ejemplo en la introducción en la que se produce la invención de este país ficticio llamado Ecuador, la idea queda flotando libre lo que de alguna manera me saco de la continuidad de la lectura,, o como por ejemplo la falta de fundamento en la que respecta a García Moreno del cual no se dice nada relevante o que llame mi atención de buena forma.

En si la lectura como ya lo mencione no fue de mi total agrado pero reconozco que también tiene ciertos aspectos positivos que son dignos de rescatar por ejemplo la trama y tensión que el autor desarrolla no se pierden con gran facilidad así mismo los personajes aunque recargados y en cierto punto sin fundamento se presentan de forma interesante a mi percepción.

Finalmente solo puedo decir que la obra no es totalmente de mi gusto me parece interesante y me llama la atención leer alguna otra novela de Santiago Páez con la esperanza de que sea mejor desarrollada. Con piedad profesor es el comentario de un novato.
Santiago Salazar
Sexto A
8 de febrero del 2008
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Carnestolendas

Mientras escribo estas líneas, la bossa nova de Jobim, con sus sonidos afelpados, me remite a cualquier arena levantada por la brisa en alguna playa. Atrás la gente bebe, conversa, y quién sabe, hasta baila. En el mejor de los casos se dedican a escuchar Itapuã o la famosa Garota de Ipanema. Pero el aire huele a ballenato, a salsa y a reggeaton. También huele a mar y a alcohol barato. Ahora los tambores, más cadenciosos, me recuerdan a Rio. Huelo al Carnaval (o a vodka, es difícil saberlo). Y me acuerdo de las Carnestolendas.

Frustrado veo mis páginas vacías, solo con un par de referencias históricas. Al parecer los historiadores quiteños preferían evadir en sus obras la evolución de saturnalias y lupercales en lo que llamamos Carnaval y algunos doctos, Carnestolendas, porque, aún buscando horas, solo encontré tres párrafos que mencionan esta fiesta. Estoy seguro que los carnavales de los que González Suárez sabía no se limitaban «mujeres con vestidos poco honestos (…) para dejar descubiertas aquellas partes superiores del cuerpo que la modestia manda llevar ocultas [díganse los hombros y lo superior del busto]; (…) el fandango, en que [se] padecía grave quebranto [a] la moral; y, (…) el juego de carnaval». El gran historiador Pedro de Mercado, en el apartado que dedicó a la fiesta de Carnestolendas, prefirió describir la procesión que honraba las numerosísimas reliquias traídas desde Europa para el Colegio de Tunda. En carnaval, el pueblo escapaba de la rigurosidad de la Cuaresma y la clerecía escapaba a la piedad.

Hasta ahora, como los vapores y mi mente turbada dijimos, el Carnaval sirve para errar. Para embriagarse con alcohol y con mala música.

Con la esperanza de poder escribir en otro post una referencia más detallada del carnaval, sigo escuchando la bossa de Jobim.

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Concierto

Qué agobiante ser paulatino, hacer las cosas como medidas, demasiado pensadas, evitando todo, errores desastrosos e increíbles aciertos, evitando el agobio, que por intentar evitarlo termina llegando sin que nos demos cuenta, y por eso, llega con más fuerza. Qué cansado esperar para que lo que debe suceder suceda, y que por esperar no termina por suceder nunca, o sucede como nunca hubiéramos querido; qué cansado tener que detenerse en lo paulatino para que las palabras dejen de ser ideas y pasen a ser oídas, casi reales. Qué perturbador decir lo que no se quiere o que se preferiría no decir nunca. Palabras que no parecen pronunciadas por nosotros ni por nadie, solo ajenas palabras de las que no nos arrepentimos pero que con cierta continuidad y docilidad recordamos, tal vez mientras nos encontramos a nosotros mismos haciendo cosas que preferiríamos no hacer.

Llegar antes para acertar con un puesto conveniente sin saber que las puertas están todavía cerradas y que unos desconocidos esperan como nosotros a que las abran. Sonreírles, saludarles, escuchar sus palabras involuntariamente, hacer amago de que entendemos lo que quieren o no decir, pretender conocer a todos solo para no tener que soportar la soledad de un teatro todavía cerrado, cuando sabemos que difícilmente los hemos visto y que más difícilmente los volveremos a ver. Seguir así, parados o entumecidos durante el anónimo tiempo que el portero considere adecuado, para luego despedir la cansina tertulia con ademanes instantáneamente olvidados, y continuar esperando (o haciendo nada que es lo mismo pero manso), o recordando sin aparente voluntad palabras nunca dichas por nadie. Palabras ajenas, mezcladas con gestos indulgentes e incómodos, calculados para evitar el error. Y luego calcular las palabras que decimos y los movimientos que hacemos, aunque después los olvidemos para siempre o tan solo los recordemos al encontrar entre una pequeña multitud a quien debía acompañarnos, sentarse a nuestro lado y atender, como nosotros, solo el escenario, los sonidos y los gestos tan medidos, practicados para evitar el error pero no ningún acierto. Encontrarla riendo, saludando, escuchando palabras involuntariamente, pretendiendo entender o conocer a todos. Dejarla parada y entumecida al lado de alguien que acaso está agobiado o precariamente interesado, hasta que nosotros consideremos prudente, sin saber que no son desconocidos, o al menos no uno, y que ella no despedirá esa tertulia que debió comenzar en la tarde y que no era tertulia, con ademanes que al instante se olvidarán, pero que sí se recordarán sobre los asientos, notando, no como nosotros, a quien ocupa el conveniente puesto desde donde no se calcula. Y pensar en sus palabras nunca calculadas.

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jueves, 7 de febrero de 2008

Crónicas del Breve Reino (Rolando)


Desde mi sencillo punto de vista he de criticar lo que ha sido "Rolando" una crónica que si bien ha sido histórica no me convence como tal, mucho se ha conversado ya además sobre si fue bien o mal el poner en el inicio esa introducción, personalmente no la hubiera hecho, y de haberla puesto la hubiera hecho fundamentando más todo, es decir la creación del país ficticio, en este caso Ecuador, me parece pésima, pues deja todo en el aire hace ver que escribió por que sí.
Citaré uno de los ejemplos que más me molestó del texto, es sobre García Moreno; ¿Cómo hacer que encaje en la historia...? ¡ Ya sé! ¡ Un pié de página donde apenas lo mencione como antecesor de Don Eloy y así soluciono un problema de fundamentación de mi texto respecto a ambos y su accionar!. Si yo escribiera un libro haría algo como esto... nombro al presidente de la Audiencia Antonio de Morga y que con un pié de página diga que éste caudillo hizo grandes cambios en la ciudad de Quito tiempo antes de que llegara Alonso Pérez de Salazar, quien lo destrozó todo, sumamente infundado por que seguramente casi nadie conoce quien es Perez de Salazar y si lo conocen pensarán como yo, de para que lo menciono, y si lo menciono por algo a de ser, no solo por rellenar. Los pies de página deberían explicar mejor que es el personaje, y como varía la historia, no describirlo por encima y menos si se trata de un posible país ficticio. Esto me hace recordar un hecho real, en la 3 película de Star Wars, pasa algo similar pues cuando todo encaja de alguna manera podría decirse buena y un poco predecible, mas en cuanto al pobre C3PO y a R2D2 sin sentido alguno parece resolvieron... ah! eh! a ellos eliminenles la memoria!!... Para mi fue un golpe bajo sobre ambos personajes, del mismo modo, yo como escritor no me sentiría bien al empezar a hablar de Morga y para intentar tapar la ausencia de descripción de otros inventar un pié de 4 lineas y terminar con el problema. Esto además hace que este texto sea nacional, es decir, que solo se lea en Ecuador, por que si uno sabe algo al menos de historia no entenderá nada sobre lo que el pié de página dice, lo convierte en algo localista, cosa que no debe ser, una gran novela debe ser global, que todos la puedan entender, sin necesidad de un simple pié de página que te deja un sabor amargo -al menos en mi- de como salir de algo en lo que no debí meterme jamás.

En cuanto a la novela me pareció interesante, aunque no la gran cosa, pude ver como pudo ser la traición al mas grande transformador de esta nación por medio de los placistas -algo bien logrado por Paez- aunque otro sin sabor me dejó el final, que pierde totalmente lo que la obra gana, pues si bien su objetivo es Alfaro (Asesinarlo), no logra nada contra Él. Deja un vacío de texto terrible, lo que hace además que la historia quede incompleta y que además un pobre extranjero que la lea sufra por saber quien es García Moreno, quizá Plaza y con más razón Emilio Estrada. Volviendo al tema, el final es malo, deja terriblemente mal parada a la obra pues lo que logra Rolando a la final es herir a un cualquiera y de Don Eloy, nada se sabe, yo me sentí desilusionado, fue como haber perdido el tiempo leyendo una novela histórica que no concluye bien cuando pude haber leído mejor un buen texto de Federico González Suarez o un texto de como hablar español antiguo, que seguro al escribir tendrán mas veracidad que lo que ha hecho Paez ( Con todo el respeto que se merece, esta es mi simple opinión)

Ahmed Deidán
6 "A"
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miércoles, 6 de febrero de 2008

Notas sobre las crónicas (2)

Por: José Luis Castro

Hablando acerca de Aquilino, debo manifestar que la segunda crónica me pareció más agradable que la primera. Es verdad, conozco muy poco acerca de las novelas policiales o detectivescas. Sin embargo la tensión y el misterio, que el prosista consigue, perduran desde la primera hasta la última línea en esta novela. Cabe señalar que las relaciones de personajes, que el autor establece, entre la primera y segunda crónica me resultan bastante llamativas; se reconoce a Aquilino, recién nacido, como el hijo del portero del penal o el oligarca ecuatoriano, radicado en Europa, Honoré Semanate Giraud o a su vez el pintor de putas Uribe. Aún así, hay ciertas menciones que pienso son por demás estériles como por ejemplo: las referentes al destino de Galassi luego del inconcluso final que se describe al concluir la primera crónica. Por otro lado, encuentro que los personajes de la segunda parte de las Crónicas están mejor edificados que los de la primera. Noto en ellos una profundidad sicológica y una tarea descriptiva mayor (Rebeca, Hertzog, Salvatierra, Sancristóbal, Ariel, Tulio, Monge, entre otros). Encontré, entre capítulo y capítulo, una escena que fascinó mi afán lector. Que si bien no encuentra una lógica entre el hilo de la historia fue un verdadero deleite literario; se trata del momento en el cual Cosmo, Tulio Olmedo y un tercer personaje son sorprendidos en pleno acto lascivo por Aquilino. El contexto, en el cual se desarrolla el suceso, logra una ornamentación única. Y principalmente, Cosmo adquiere una redondez notable: se muestra su carácter de ente asexuado y deshumanizante, matizando magistralmente al personaje; que perteneciente totalmente a la ciencia ficción, encaja en un realismo en concreto en el que se desarrolla la historia integralmente. Mostrándonos la realidad-mágica-maravillosa heredada de nuestros antecesores latinoamericanos. Ya en el final, contrariamente a lo que me ocurrió con la primera crónica, quedé satisfecho. Tal vez por la pertinencia de un final de tales rasgos (abierto) en este tipo de novelas.

Finalmente, deseo concluir este precario (por la falta de detalles y por tanto de totalidad; debido a mi afán de no aburrir al lector, cosa que sí hacen los pie de página durante toda la novela) comentario, mediante la siguiente meditación. Justamente entre la lectura de las dos crónicas, llegó afortunadamente a mis manos una novela que rápidamente leí: Factotum. Que, aunque poseedora de una escueta y lacónica prosa, en apenas 180 páginas logró transmitir en mí una suerte catártica y un interés literario durante su totalidad, cosa que en los dos primeros relatos de Crónicas del Breve Reino (¡Mucho más extensa y engalanada!) se me presentaba pero de manera intermitente. A lo que quiero llegar es que; hoy en día es muy fácil encontrar autores quienes atraen la atención no por su obra entera, sino solamente por ciertas páginas. Novelas que pierden su intensidad en la página 50 y se hunden, y solamente resurgen en la página 150. Novelas en las que el pulso y la tensión narrativa no alcanzan a ser sostenidos. Y el argumento es de lo más vulgar. Ya que escriben lo mismo que se escribía hace 100 años. Recalco que el escritor habla de lo temas universales, que no varían, pero de manera distinta. Todavía no me atrevo a encajar dentro de ese modo de escritura a Santiago Páez, porque no he leído todo su ciclo narrativo. Pero en definitiva estas observaciones, hasta aquí, al parecer son muy válidas para las Crónicas del Breve Reino.


Más sobre "Crónicas del Breve Reino" en: http://www.delbrevereino.blogspot.com/


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Notas sobre las crónicas (1)

Por: José Luis Castro

Luego de leer más de 200 páginas, entre Rolando y Aquilino, y de empaparme del barroquismo prosaico (oraciones de por lo menos tres renglones construidas a partir del pretérito perfecto y pluscuamperfecto) del Sr. Santiago Páez, me gustaría señalar ciertas virtudes y defectos (según mi humilde enfoque literario) de su obra.
Penosa e inevitablemente tengo que remitirme primero al prefacio de la obra, en el cual el narrador nos comenta sobre su relación con el impulsor intelectual de esta tetralogía: Camilo Deor y Villegas. El argumento de la creación de un país imaginario, me resulta ciertamente insulso. Es verdad que a escribir se aprende solamente leyendo. Pero, pienso que los literatos deben fraguar un propio y único estilo de escritura. En consecuencia, el prólogo de las Crónicas me produce un efecto particularmente chocante, tanto es así que estos primeros argumentos me parecieron realmente decepcionantes. Este aspecto se acentúa aún más con ciertas interjecciones ociosas; como cartas entre los personajes introductorios, o referencias bibliográficas ficticias (Y ese “ficticias” me despacha directamente a Borges, quien sí sabe como supeditar a los individuos a un mundo totalmente ficticio y creíble, para el lector, con un estilo erudito y artificioso).
Mencionado ya lo anterior, empecemos con Rolando. Su argumento es especialmente seductor. Páez entre estás páginas muestra una condición y calidad literaria, que a muy pocos les es proveída. Sin ser un maestro de ambientes, su habilidad para la descripción narrativa y su musicalización hace que los diferentes lugares y las diversas situaciones, en los cuales los personajes interactúan, se adornen de manera exquisita por los espacios elaborados. Así mismo los personajes, adquieren una riqueza de atributos y características admirables. Mademoiselle Satán, El coronel Porfirio Durán y el doctor Rolando Galassi, resaltan como mis actantes favoritos. Acerca de Galassi; me maravilló el proceso de metamorfosis al que el mismo es sujeto. Además de la cantidad de escenarios en los que se desenvuelve. Es imposible pasar por alto esta primera crónica, sin antes referirme al personaje más fascinante de la saga: Al anacrónico Cosmo. De cuando en cuando la literatura nos brinda personajes maravillosos y a los que el tiempo difícilmente logra borrar. Cosmo, según mi razonamiento, es similar al Puck shakesperiano; es un pícaro y bellaco duendecillo hermafrodita o asexuado que desde el primer instante atrapa la atención completa del lector. Es de aquellos actores que se presentan como un reto ante el leyente y el escritor. Que emanan un caudal creativo inmenso y más aún laberínticamente asombroso. Como punto negativo de esta primera crónica, el final. Siendo todo este primer tratado un homenaje (por indicarlo de alguna forma) a la novela histórica. El final (pendiente) me resulta, si bien es cierto, no decepcionante, pero tampoco cumple con las expectativas generadas durante el relato. Pienso que no tiene el tonelaje necesario, para soportar todo peso del hilo narrativo forjado.
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sábado, 2 de febrero de 2008

Pax et Libertas


...Sin Hambre, sin esclavos, sin dueños, pero antes que todo sin mccartneistas...
Hoy estoy exiliado, mis propios hermanos me han fallado, la cárcel es fría, soy tratado como un disquista cualquiera, pero la vida continua y como diría nuestro líder debo dejarla ser. No veo la hora de salir y observar como quedó el fuerte tras la traición de la Floystroiska y ver como otro ladrillo en la pared es destruido por esos sucios mccartneistas; hemos sido traicionados, pero aun seguimos con vida. Aquí estoy desconectado de todo, sé algo de que pocos lennonista siguen luchando en pie, en una isla pequeña, el foco de resistencia que jamás perecerá. El submarino amarillo de nuestro líder los mantiene con comida, pese a la repugnante y asquerosa arremetida mccartneista, aunque sería más repugnante aún si la Floystroiska intenta hacer algo ahí, eso sería mas sucio aun, claro, como nos ven divididos y diezmados piensas que todo será para ellos ¡pero no lo permitiremos!, piensan que nos tienen ya desaparecidos pero aun por lo menos yo estoy aquí, viviendo como un disquero cualquiera que necesita ¡ayuda, necesito cualquier ayuda! pero sigo tan solo como antes, y cada vez creo más en que el nuestro fin se acerca, pero algún momento nuestra fuerza despertará y quien caerá será mccartney y los suyos, mantengamos nuestra fuerza compañeros, solo creamos en él. Lennonismo, patria o muerte

Por: Ahmed Deidán
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viernes, 1 de febrero de 2008

En busca del 20 perdido…

Por: José Luis Castro
Con el marchar continuo del tiempo (que es, por cierto, uno de los inventos más execrables de la humanidad) los hombres han comprendido que los quebrantos son más provechosos que las victorias. Por ejemplo; Leonardo tardó nada menos que tres largos y trabajosos años en la ejecución de la última cena, y luego de todo ese periplo descubrió que obra maestra, pintada al temple sobre dos capas de preparación de yeso extendidas sobre enlucido, se destruiría paulatinamente. Bolaño en cambio, gastó exactamente 609 páginas de arduo trabajo, revisiones y correcciones cruentas en Los detectives salvajes para que la gente prefiera leer a Laura Esquivel y su Malinche. Einstein invirtió casi 4 años desarrollando una fórmula que, sin saberlo, mataría a más de 200.000 personas tan solo en Japón.
Así también, se puede decir que los resbalones producidos a lo largo de la historia se van repitiendo constantemente pero de los tropiezos se aprende, al menos eso es lo que dicen. Es así que debido al los indigestibles resultados de las clases de literatura (hablo de las calificaciones), y de aprender de nuestros errores y equivocaciones, se ha decidido que el sistema de evaluación de la misma debe cambiarse. Pues, tomando ciertos conceptos cortazianos, los estudiantes que han permanecido como lectores hembras (poseedores absolutos de una actitud pasiva y distante) deberían convertirse en alumnos machos, en seres que jueguen con la literatura y sus conceptos, lectores capaces de desenredar las más enmarañadas nociones narratológicas, conocedores eruditos de la colonia y el barroquismo quiteño, críticos doctos y bastamente ilustrados de arte universal, pero especialmente latinoamericano (Obviamente estoy exagerando con todo esto).
Así que como una ley divina, desde ahora en adelante, el cambio se dará principalmente en este blog, con una actitud crítica, colaboradora y activa con el arte, además de involucrada en un sin fin de actividades creativas (también exagero). Espero todavía, con un esperanzador aunque débil afán, que por nuestro bien no terminemos con un nuevo fracaso. Y la conclusión de esta breve reflexión no sea… Perlas a los cerdos.
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